domingo, 23 de diciembre de 2018
Todavía me cuesta ponerle palabras, porque lo hablé con una sola persona aunque ni siquiera pude contarle todo. Solo pude decir "fui abusada". Lo dije en voz alta, y fue demasiado, no pude seguir. Y creo que solo alguien que pasó o está pasando por lo mismo puede llegar a entender lo difícil que es, lo mucho que cuesta aceptarlo, el acero que se siente cortándote la garganta cada vez que lo querés sacar afuera. Quiero hablar hace meses, quise decirlo ni bien me di cuenta de lo que había pasado, pero desde ese momento hasta hoy no pude. ¿Hoy? No sé tampoco si será el día, si me voy a atrever a que alguien lea esto, a que sea público.
Ver que son muchas las que se animan a hablar me da una cierta fuerza que nunca tuve. Cuando me dí cuenta de lo que me había pasado también me di cuenta de que por mucho tiempo quise alejar ese recuerdo de mi cabeza. Me acostaba a dormir y apretaba fuerte los ojos, pensaba en otra cosa, intentaba hacer que desapareciera. Me decía a mi misma cosas como "no fue para tanto" o "ya va a pasar". Realmente creía que algún día me iba a olvidar, pero la realidad de otras miles como yo me dió un cachetazo en la cara. Leer cada uno de sus testimonios fue remover todo adentro.
Hace tres noches atrás, estando de viaje con mi novio (la única persona que sabe hace algún tiempo esto) tuve un ataque de llanto muy fuerte. El me abrazaba y me decía "tenés que hablar, tenés que sacarlo" y después me preguntaba ¿que fue lo que pasó? ¿a que le tenés tanto miedo?
Supongo que a ser juzgada como primera cosa, que me echen la culpa a mi también, que me critiquen por tardar tanto en hablar, que me digan mentirosa o exagerada. Por mucho tiempo yo me juzgué de esa manera, así que sé lo que es de buena fuente. Me recriminaba a mi misma haberme quedado paralizada, haberme hecho la dormida, no haberme quejado, enojado o reaccionado. Me culpé por no haberlo frenado a él ni haber hablado de lo que pasó los días que siguieron. Hoy aprendo a quererme y perdonarme, y entiendo que en aquel momento hice lo que pude, lo que me salió.
Tenía 18 años. Con mi familia habíamos ido de vacaciones a Viedma, una ciudad en el sur donde vive una de mis tías y mis primos. Se fueron a vivir allá cuando yo era muy chica, por lo que empecé a tener relación con ellos cuando yo tenía cerca de 12 años, y en intervalos de a veces 1 año a veces más, porque solo nos veíamos para las vacaciones.
Él creo que tenía 20 años, la verdad es que no estoy segura. Desde que lo conozco siempre fue muy cariñoso conmigo, y con todos. Pero a mí a demás me hacía escenas de celos por mi ahora exnovio constantemente.
La noche anterior a volverme a La Plata con mis papás, me tocó dormir en el living. Había una cama armada ahí, y creo que dos colchones en el piso. Los recuerdos son confusos pero creo que ambos dormíamos en los colchones en el piso, uno al lado del otro.
Al principio todo fue normal, pero en cierto momento de la noche me desperté de un sobresalto y me dí cuenta que mi mano estaba puesta en su erección. Y él la estaba sosteniendo ahí. Me quedé tan paralizada que no atiné a otra cosa que hacerme la dormida y sacar la mano de ahí cambiando de posición mi cuerpo. Pero no pude volver a dormirme, estaba muy impactada y asqueada a la vez. Y parece no haberle bastando, porque en donde saqué la mano y me di vuelta alejándome, empezó a tocarme. Primero el culo, después la concha, mientras me apoyaba. A mi se me caían las lágrimas, pero estaba muda. Totalmente paralizada, sin poder hablar, ni moverme. Tenía 18 años y por mucho tiempo me reproché no haber reaccionado, no era una nena tonta, yo sabía que estaba pasando. Podría haber gritado, podría haberlo empujado. Hoy entiendo que en ese entonces no tenía las herramientas, ni la fuerza que tengo hoy. En aquel entonces me culpaba de esas cosas a mi, y no era capaz de ver que yo en realidad era la víctima.
Era mi primo, era mi familia, ¿que iban a pensar todos?
Ya me había pasado antes. Cuando tenía entre 8 y 10 años, aunque claro en ese momento yo ni siquiera era capaz de reconocer lo que estaba pasando. Otro de mis primos, 5 años mayor, me manoseaba siempre que podía. Venía a mi casa a "cuidarme" y "jugar" conmigo. La verdad es que yo era tan chica que (gracias al cielo) son pocos los recuerdos que tengo, pero si estoy segura de que fue reiteradas veces y en diferentes ocasiones. Frente a mis papás él se escondía en el papel de primo mayor y protector. Hasta hubo un tiempo en que mi mamá sólo me dejaba salir a bailar si él iba conmigo, porque confiaba en que yo de esa manera iba a estar segura. Para mi era un infierno. Siendo adolescente aprendí a evadirlo, y fingir frente a todos que teníamos una buena relación. Que nos llevábamos bien y yo confiaba en él. Con el tiempo y otras excusas, cerca de los 15, me alejé.
Por eso me culpé cuando volvió a pasarme con otra pasarme años después. Era mi culpa, ¿no? Eran mi familia, eran personas en las que yo confiaba. Son personas en las que mis papás todavía hoy confían. Porque no lo saben, porque nadie lo sabe, porque nunca me animé a sacar de mí lo que acabo de escribir.
Lloro mientras escribo deseando haber sido la única. Esperando que no le hayan hecho lo mismo a ninguna de mis demás primas o a mi hermana. Deseando que por fin este tipo de historias se terminen.
El nudo de la garganta ya no va a vencerme jamás. Puede que no pueda decirlo en voz alta todavía, pero las palabras escritas van a ser por siempre y refugio y mi salvación.
Quiero sanar.
miércoles, 12 de diciembre de 2018
Mirá como nos ponemos
viernes, 7 de diciembre de 2018
lunes, 15 de octubre de 2018
Cumpleaños 23
No pude aceptarlo frente a ella porque a mi la felicidad me da terror, y tengo esa cosa inconsciente de negar las cosas simplemente porque entregarme a aceptarlas abre la puerta a que puedan llegar a terminar. Pero igual la pregunta me quedó dando vueltas por la cabeza y tres días después (en el ratito libre que encontré) necesité escribirla. Pensarla. Analizarla. Como me gusta hacer con todo, ¿no?
La última vez que festejé un cumpleaños fue en el 2011. Cumplía 16, y quise hacer una fiesta (como este año, ¿casualidad?). La diferencia es que en ese momento la hice sólo porque quería ver a quien tiempo después fue mi primer amor. ¿Se imaginan? Organicé una fiesta sólo por un chico, que idiota. Más si tenemos en cuenta que poco después me rompió el corazón en mil pedazos, y dio lugar a la Jaqueline que no quiso volver a festejar un cumpleaños nunca más en su vida.
La última vez que festejé un cumpleaños el mundo me parecía un lugar hermoso. Estaba enamorada de un idiota, podía ir a comer a mc donnalls con Aylu y era tan ingenua como para creer que tenemos la vida y los buenos momentos asegurados.
Después de la ultima vez que festejé mi cumpleaños la vida me golpeó tanto que no me quedaron ganas de festejar más nada. Y por mucho tiempo convencí al resto del mundo con que para mí era "una fecha más". En realidad lo era, pero no me daba cuenta que en realidad estaba bastante rota y festejar me parecía algo bastante inútil. El mundo iba a seguir siendo una porquería.
Me convertí en bolsa de boxeo porque la vida no se conformó con un solo golpe, sino que lo hizo una y otra vez, sin cesar. Me robó amigas, amores, familia, alegrías y hasta a mi misma, porque de tanto perder todo lo demás, terminé perdiéndome a mi misma. Y casi no vuelvo. Pero aunque me costó bastante, también empecé a ver que al igual que llega el dolor, llegan las cosas buenas. Y como hubo muertes, llegaron nacimientos llenos de luz. Y de abrazos. Y de un amor con patas que me dice "tia te amo".
Llegaron amigos nuevos, llenos de amor y apoyo incondicional. Llegó el amor por una profesión y por sobre todo, las ganas de seguir. Cada día, a pesar de todo. Y cuando por fin me encontré otra vez, el amor más grande que nunca hubiera imaginado llegó a abrazarme. Y volví. Sonreí, reí a carcajadas. Entendí que por más rota que esté, festejar siempre es necesario. No se festeja porque no exista dolor, sino porque a pesar de él sigue habiendo razones para estar firme y fuerte.
Termino mi cumpleaños como tantos otros, sabiendo que tengo la gente correcta a mi lado. Que tengo gente que me ama como soy, con todo. Que me banca, me ayuda y se alegra de que sea feliz otra vez a pesar del dolor.
Y ahora resulta, después de 7 años, que festejar fue casi tan perfecto como en aquel momento, pero mejor: porque ahora sé lo que significa el dolor y ya no le tengo miedo.
domingo, 16 de septiembre de 2018
Me gusta escribir y hace un año estaba tan triste que leer cualquiera de mis escritos es llorar casi instantáneamente. Aunque no fuera lo que esas palabras querían expresar, se nota en ellas como las lágrimas estaban cautivas queriendo salir, queriendo correr, queriendo hacer llegar el verdadero mensaje.
Estaba tan triste que ni siquiera me salía llorar, ¿que irónico, no? pero a veces así es acostumbrarse a algo. Terminar creyendo que eso es lo único que existe, que no hay forma de salir, que hay cosas que simplemente no se pueden cambiar. MENTIRA. Siempre se puede cambiar. Siempre.
Estaba tan aferrada a la costumbre, que creía que eso que tenía era lo único que existía. O peor todavía: lo único que yo podía llegar a obtener de la vida. ¡Mentira! la vida siempre tiene más para ofrecer, solo hay que darle la oportunidad.
Ya sea para cambiar, o para recibir, hay que estar dispuesto.
Estaba presa de un ideal, de una imagen sin historia. A veces pasa, porque los ideales tienen esa yapa de poder ser cambiados a nuestro antojo. Más todavía cuando la persona real no está cerca como para contradecir la idea que tenes de ella. Y a nosotros nos separaba el tiempo, ¿existe barrera más fuerte que esa? Él existía solo en mis recuerdos, que podían ser alterados a gusto por mi mente, por mis miedos, por mí.
Tenía una imagen tan fuerte, tan grande, tan poderosa que creía que nunca ningún otro mortal iba a poder si quiera igualarla. Pero existe una razón por la que la piel es más hermosa que el plástico.
Está viva, es real. Sobre todo eso, es real.
Creía que nadie iba a poder superar ese ideal porque nunca nadie antes me había tocado realmente. De todas las formas, hasta sin hacerlo en realidad.
Hoy soy tan feliz que espero que las palabras le hagan justicia al sentimiento y lo mantengan vivo y guardado para siempre. ¿Como pude estar tan enamorada de un espejismo?
Hoy sé lo que significa sentir, lo que significa amar con cada poro de mi ser a alguien a quien no puedo cambiar a mi gusto y antojo. A alguien que a veces se equivoca, y que tiene en sí cosas que no me gustan tanto, pero que también amo. Porque eso también lo aprendí hace poco: existen las fallas, supongo que es el precio justo. Alguien real no es perfecto, pero al fín y al cabo es lo único en este mundo que te hace sentir hasta lo más profundo.
Tengo un amor. Y peleamos, a veces no nos entendemos o nos ofendemos. También nos perdonamos. Nos abrazamos fuerte en las tormentas, y aún más fuerte en las alegrías. Cuento con dos manos que me rozan la piel de la cara siempre que pueden, y sentir su calor es la confirmación de que el frío plástico no tiene chance de ganar.
Amo a alguien como nunca amé a nadie en mi vida. Amo sintiendo que nunca antes lo había hecho en realidad, porque si esto es amar, todo lo demás fueron insignificantes cariños.
Hoy sé que la tristeza de hace un año solo llegó para llevarse los desechos. Sacar de mí el frío de un ideal de alguien que nunca existió y traer el calor de un abrazo real, que se siente hasta el último centímetro de la piel.
Si me lo hubieran dicho hace un año no les hubiera creído. Que ilusa.
martes, 4 de septiembre de 2018
Hoy cuando volvía en el micro a casa después de un día bastante largo una canción gritó en mis auriculares "¿Donde estoy y a donde es mi lugar?" Y lo pensé por las pocas cuadras que me faltaban a mi destino. ¿Donde es mi lugar? Hace algún tiempo estoy segura de que no habría sabido la respuesta. O hubiera llegado a la conclusión de que no soy de ninguna parte.
Siempre tuve ese sensación de no-pertenencia.
Sin embargo hoy, cuando pensé en esa retorcida pregunta que había escuchado en una canción, lo supe en una fracción de segundo: ya no estoy perdida. Sé que hay un lugar en el que me siento bien, segura, plena y equilibrada. Donde me anclo y puedo dar pasos firmes.
Soy de donde estés. Mi lugar es simple: está al lado tuyo donde sea que vos estés.
Piso firme y segura si sostenes mi mano. Me siento querida y cuidada si vos estás.
Siento que pertenezco a un lugar, a ese lugar que sos vos. A mi lugar seguro.
No me importa para donde vas, yo voy sin mirar atrás si te tengo por delante.
Cuando quieras caminar, no me importa donde vas, quiero ser tu acompañante.
viernes, 24 de agosto de 2018
Te miré a los ojos por primera vez, y a diferencia de la pena y la lástima que veía en todos los demás cuando me observaban, en los tuyos vi amor. No se de qué tipo, no sé si era lo que sentías en ese momento, o lo que un tiempo después ibas a sentir. Pero para mí el tiempo no existe y todo pasa al mismo tiempo por más de que me encapriche en contar las cosas de forma secuencial.
A veces creo que te amo desde ese día, de alguna u otra manera. Desde esa noche y desde ese abrazo. Es difícil decirlo ahora, cuando ya pasó tanto tiempo, porque hoy en día te amo de tal forma que creo que fue lo que hice toda mi vida. Y no estoy segura pero, ¿importa?
sábado, 18 de agosto de 2018
Casi las únicas cosas que me calman cuando el caos se hace presente. Eso, y mi sobrina que llega corriendo y a los gritos, que me abraza aunque tenga la clavícula quebrada, y sonríe aunque no haya dicho nada gracioso.
Que me dice te amo, hasta el cielo, hasta el infinito, hasta el universo.
Hace bastante siento un quilombo de proporciones monumentales adentro. No estoy segura de que pueda ser, pero es la sensación de que no estoy cómoda en ningún lugar. Como si algo no estuviera encajando, como si mi interior gritara ¡algo está mal! pero sin saber qué es ese algo. Es molesto, difícil de llevar y sólo logro olvidarlo de a ratos cuando personas especiales como Cata llegan y me iluminan.
Hace bastante siento es también: que ya me olvidé de cómo brillar sola. Ya no sé, creo que si me largaran al mundo sin nadie en quien apoyarme sería una constante gris ofuscada, porque me ilumino cuando otro con brillo propio llega.
Y me siento tan desordenada, tan confusa, tan distante que adjudico esas características a quienes me rodean, echo culpas, veo en los demás lo que está adentro mío. Y lucho conmigo, contra mí, en un esfuerzo descomunal por no pelear con esos otros que nada me hicieron. Intento hacerme cargo que el desastre lo tengo yo, soy yo. No sé para donde disparar.
Hace bastante que me siento incomprendida, por eso casi nunca hablo de lo que me pasa. ¿Para qué? si siento que nadie va a lograr entenderlo. O un poco también yo no voy a saber explicarlo. Me olvidé de como se hablaba de los temas difíciles. Me olvidé de como hacer para expresar lo que me pasa, de la manera en que me pasa y en el momento en el que me pasa. Las palabras no quieren ser pronunciadas. Nunca quisieron. Y ahora parece que tampoco quieren ser escritas, porque cada vez me cuesta más.
Hace bastante siento que estoy en un círculo que me encierra y me asfixia, un círculo en el que hacer como si no existiera es el primer componente y no decirme ni a mi misma es el segundo. Siempre me sentí un poco fuera del mundo pero ahora parezco estarlo completamente. No me siento a mi misma. No sé como relacionarme, como comunicarme, ni como actuar sin montar un personaje. Hace bastante siento que soy un personaje. El que creé el día que estaba tan destruida que ya no quedaba ni un gramo de mí, pero igual había que seguir.
Hace bastante que me extraño. A mi, a mi sonrisa, a mi espontanea forma de ser. Ya no existe. Ya no existo. ¿Que me queda si no me queda ni un gramo de lo que fui? ¿Quién quedó si yo ya no estoy?
Hace bastante que me siento perdida. Pero perdida de verdad. Tanto que ya no sé como avanzar, ni cómo volver a empezar.
jueves, 12 de julio de 2018
La mayoria de las veces ni siquiera comprendo qué es lo que está mal. Porque así se siente, como si algo estuviera mal, fuera de su lugar, molestando, irritando, provocando el huracán. Pero es un algo imposible de divisar. Y como no sé que es lo que me incomoda, no puedo remediarlo.
A lo largo de los años aprendí a convivir con el desastre, con esa parte de mí que nunca está del todo conforme o feliz, con esa parte que siempre tira para que todo esté mal. Aprendí a convivir porque aparece una vez cada tanto y porque en realidad no puedo hacer otra cosa que esperar a que pase. A que se calme, me deje tranquila, desaparezca.
Antes le hacía demasiado caso a esos días y terminaba enredada en un mar de dudas que no me dejaban avanzar. Hoy (y gracias a la experiencia) sé que seguramente se trate de miedos, cualquiera sea su tipo. Al amor, al compromiso, al sufrimiento, a la traición, a ser feliz.
Ya no les hago caso.
Espero que vos tampoco.
A veces, como hoy, estoy fuera de foco. Irritada, confusa, contrariada. Nada de lo que hagas o digas va a ser suficiente. Todo va a ser retorcito para el lugar que le convenga al desastre.
No hagas. No digas.
Hacé como que no existe, igual que yo.
Sonreíme igual que siempre lo haces, aunque yo tenga cara de desquiciada.
Dame un beso igual que siempre lo haces, aunque yo no lo pida ni con la mirada.
Procurá que todo se mantenga igual, porque la tormenta tarde o temprano pasa, y eso es justo lo que más quiero: que todo se mantenga igual.
martes, 3 de julio de 2018
Si estamos juntos no existe el dolor
Noche de viernes. Cumpleaños del amor de mis amores. (¿un poco cursi para mi estilo? puede ser, pero no puedo evitar decirle así cuando es quien hizo un antes y después entre los demás amores y el presente.) Uff, otra vez me distraje con los paréntesis. Retomo: cumpleaños del amor de mis amores. Quería hacerlo sentir la persona más feliz del universo, dedicarle todo el día para hacer lo que quisiera, lo que tuviera ganas, cualquier cosa que se le ocurriera. O lo que hacemos siempre, pero con un toque de día especial.
Y parece mentira pero la mimada del día fui yo. Como si supiera. Como si tuviera la bola mágica que le dijera que ese día iba a necesitar de eso. Como si realmente él tuviera el diario de ayer.
Me cocinó algo rico (muy rico) que me encanta. Llegué a las tres de la tarde después de cursar y me estaba esperando con la comida lista. Almorzamos. Hizo café y me compartió del chocolate que yo le había regalado. Dormimos siesta. Me abrazó fuerte toda la tarde.
La tarde nos alcanzó y tuvimos que salir al mundo real a hacer mandados. Más precisamente ir a comprar esa picada que al día siguiente no íbamos a comer producto del mal trago de un partido perdido. Hacía frío, las cuadras se hacían largas, yo ponía mi mejor cara y mi mayor esfuerzo. Había sido una mañana difícil, pero muchas antes también lo habían sido. Por ende, nada que no pudiera esperar hasta el día siguiente, hasta la semana siguiente, hasta la vida que viene. Hasta que tuviera ganas de hacerme cargo de la decepción que me había sorprendido esa mañana. ¿Está mal? Si, ya lo sé, pero es que cuando el dolor fue moneda corriente por mucho tiempo, y en el presente la felicidad está ahí, cerquita, al alcance de la mano pero a la vez tan frágil al menor rasguño, créanme que lo que menos querés es arruinar un buen día por algo que no tiene aparente solución.
Cordón de vereda. Gente que pasa, corre, camina. Van apurados. No nos notan. No notan que lloro. O sí, y no les interesa. Un abrazo tranquilizador. El tiempo se detiene un ratito. Nada importa más que ese instante. El dolor se transforma. El poder con el que tienen esos brazos indicados que te rodean y te sostienen.
Era su cumpleaños, y yo me robé toda la atención. Me mimó, me consoló y hasta me compró un regalo para que no estuviera triste. Desde que lo conozco carga con mi dolor sin quejarse (pese a que ama hacerlo. Hablo de quejarse). Desde que estamos juntos todo mi dolor se transforma en fuerza, en amor, en felicidad. Desde que está en mi vida todo dejó de ser desolador, y la esperanza de algo mejor se instala un poco más todos los días.
Por eso no me resulta demasiado decirle amor de amores, porque en realidad hasta eso le queda corto. Toda la vida me queda corta para agradecerle ser tan increíble, tan incondicional, tan amor puro que me llena y no le deja lugar al dolor.
martes, 12 de junio de 2018
que ni te conviene saberlos por tu propio bien.
He tropezado indefensa, he caído al infierno mil veces,
pero si te miro a los ojos lo malo desaparece.
Yo necesito, amor, volver a creer en mi, volver a sentir la piel.
Saber que si estás aquí no me dejarás caer.
Sentir por primera vez, que me van a proteger.
Es lo que buscaba y no hallaba hasta hoy que te encontré.
Noches enteras pensando:¿que hago de mí? ¿hasta cuando?
Volver a creer en mi, volver a sentir la piel.
El saber que si estás aquí no voy a enloquecer.
Sentir por primera vez que me van a proteger.
viernes, 8 de junio de 2018
Sabemos que eso no nos va a separar
Tenia una tendencia a que me gustaran los idiotas pero de todas formas cantaba a todo pulmón una canción que escuchaba cada tanto en la radio, re significando su letra (si hasta hoy pensaba que la cantaba Paulina Rubio, ja).
Lo bueno es que lejos quedaron esos años y los gustos horribles en cuanto a hombres. Y cuando creo que todo no puede ser más ideal, él, la vida, las coincidencias o mis sobre análisis me dan una cachetada que me sorprende una vez más.
Es algo más, algo que me llena. Algo que no mata ni envenena. Es algo más que amar.
Algo más.
Que estúpida, como pude no haberme dado cuenta de la obviedad de que el amor no podía ser solo eso? Lo tenía frente a los ojos, el amor nunca fue solo veneno. Siempre fue algo más. Algo para lo que quizá no estaba lista hasta hoy. Hasta que me di cuenta que merezco el amor mas grande y puro que exista.
Merezco lo que tengo. Y es tan único que no sé bien como describirlo, pero supongo que basta con decir que puedo hacer lo que sea con él. Desde comer hasta dormir, pasar la noche hablando. Contarle chistes o mis peores miedos. Confiar, pelear, aprender. Desde reirme hasta llorar. Desde lo más complejo a lo más sencillo.
Algo más. Más que todo lo que nunca imaginé. Más de lo que creí que podía sentir.
La simpleza de almorzar pizza y acostarnos a dormir la siesta se vuelve la vida perfecta.
Algo más que no puedo explicar, pero tampoco dejar de sentir.
miércoles, 16 de mayo de 2018
fragilidad
Hace tanto no me sentía así, pero claro ¿él que va a saber? Conoció a la rota, la que sonreía a medias porque una parte siempre permanecía llorando silenciosamente. Hoy después de casi un siglo volvió la que parece borracha todo el tiempo. La torpe que tira y se choca todo, la que dice cosas sin sentido y sin filtro en el momento en el que se le ocurren. Y digo que fue casi un siglo porque en realidad así se sintió. Como los seis meses en la Antártida en los que no hay rastro del sol.
Borracha de felicidad, de la droga que me da estar cerca de él. Salí de cursar, almorzamos y nos íbamos a poner a ver una peli. Hacía un frío de locos y me prestó sus medias y sus pantuflas. Y yo estaba ebria de felicidad, de ser feliz solo por estar en su casa, con él, con Santi, con todo lo simple pero hermoso que es lo que sentimos, lo que tenemos, lo que somos.
Para ser feliz se necesita menos de lo que yo creía, porque con él me alcanza y sobra. Me sobra tanto que se me escapa por los poros y termino actuando como una tonta, como una torpe. Tiro café al piso y hago chistes malos solo porque quiero verlo sonreír. Porque por más egoísta que eso sea, verlo sonreír me hace feliz y hoy en día solo quiero eso: ser feliz.
La que fui de un tiempo a esta parte parece estar desapareciendo, y en realidad solo se está desvaneciendo la máscara bajo la que me escondía. "Preguntale a mi mamá" le dije también. Ella es la única que me conoce desde que nací, que sabe cual es la autentica. La que por tanto tiempo tuvo que irse a causa del dolor, y la que hoy de a poco se anima a retornar porque se dió cuenta que vale la pena. Que este amor vale arriesgarse una y mil vidas, porque más que penas solo trae paz. La que tanto quise por tanto tiempo. La que pienso defender con uñas y dientes.
Nada va a lograr hacerme perder este amor.
martes, 15 de mayo de 2018
Solo muere quien se olvida
Fue difícil, no lo voy a negar. Todavia hoy se me empaña la mirada cuando te nombran, cuando cuentan alguna anécdota. Pero me obligo a sonreir, por vos, porque eso fue lo que me regalaste siempre (sonrisas❤) y también por los que quedan y me necesitan fuerte. Es una especie de karma, sabes? No lo puedo evitar, reprimo el dolor propio y cargo con el de los que amo. No se si me lo enseñaron o aprendí sola, pero no me sale de otra manera.
Te prometí que los iba a cuidar, y eso intento cada dia. Cada vez que los veo. Con cada abrazo que le doy a la tia y con cada chiste que le hago a Agus para que se ria un poco. Con cada charla y consejo con Joaco, y cada gesto protector con Bauti.
Dejaste un vacio bastante grande que intentamos llenar con amor todos los días. Con el amor de familia que siempre sentimos, el amor puro que nos unía.
Y mal que mal ahí vamos, rotos pero en carrera. Cata se ocupa de hacer feliz a la abuela, y Pía de traer una nueva esperanza para todos.
Yo estoy un poco más destruida que hace un año, porque la ficha siempre me cae tarde. Primero me ocupo de que todos los demás estén mas o menos bien, mis lágrimas pueden esperar guardaditas en su lugar.
Despues de un año estoy llorando todo lo que no pude esa noche y todas las que siguieron. Lloro por que extraño tus abrazos, y que me digas que soy tu favorita. Que me hagas sentir que lo soy, que soy la nena que siempre quisiste de hija y nunca llegó. Te extraño mucho. Extraño tu risa y tus picardías cómplices. Extraño ser tu protegida.
Pero tambien pasaron cosas buenas, también soy feliz, y te lo quiero contar. El sábado hubiera sido un dia demasiado difícil si no tuviera a quien tengo al lado. Te caería bien. Es callado como vos, y también demuestra el amor más con abrazos que con palabras, así como lo hacías vos. Me hace sentir especial sin tener que decirme que lo soy, y es un apoyo y un pilar sin el que no podría vivir.
Jane va a ser mamá, lo podes creer? y todos estamos muy emocionados, sobre todo la abuela. Agus está estudiando un terciario ja! Y Joaco retomó la carrera. También puso un kiosco, y un emprendimiento de pizza y estoy segura que en unos meses la lista va a ser más larga porque es ambicioso como vos.
Mamá está destrozada, ella quiere ocultarlo pero no puede. Es de las personas que los sentimientos se le notan a 3 km de distancia y aunque se esfuerza, se que le cuesta levantarse cada día despues de ese 12 de mayo. A todos nos cuesta un poco. Pero nos levantamos y seguimos igual. Un poco porque la vida lo exige, otro poco porque en el fondo a pesar de las perdidas sabemos que ya ganamos muchas y quedan muchas más por ganar.
Espero que estes bien donde sea que estés. Yo desde acá te mando todo mi amor, ese que siempre nos unió. Te extraño pero te llevo conmigo siempre.
jueves, 3 de mayo de 2018
de amores
Después llegó mi primer novio, y aunque seguía soñando con un príncipe azul, él me enseñó cosas mucho mejores que los cuentos de hadas. Cosas como el compañerismo, la lealtad y la amistad. Si, también la amistad. Fue mi novio por nueve meses, pero también fue mi amigo, mi compinche, mi compañero. Circunstancias un tanto idiotas e inmaduras nos pusieron fin, pero dejó en mí para siempre un nuevo sueño. Ya no quería príncipes, quería un compañero. Seguía siendo bastante soñadora e inocente, pero los cuentos de hadas no me emocionaban tanto como antes. Y empecé a soñar con esas películas modernas de comedia romántica en las que el chico malo se vuelve bueno gracias al amor, y pasa de ser alguien bastante tóxico a el sueño de toda chica. Empecé a creer en la idea de que el amor todo lo podía, empecé a soñar con la idea de que alguien se enamoraría tanto de mí que llegaría a cambiar todo lo que estaba mal.
Y así fue como conocí a mi primer error (o acierto, no estoy segura. Los errores nos enseñan, ¿no? Quizá simplemente era necesario que él apareciera). La idea no es dar nombres, pero digamos que todos mis amigos recuerdan bien el suyo. Así como también mi familia, mis conocidos, creo que hasta esa gente a la que no le caigo muy bien lo sabe. Y es que fue mi primer amor, o desamor dependiendo de donde se lo mire, y como tal yo no sabía hablar de otra cosa.
Mi primer novio fue de esas relaciones lisas y llanas, en las que sentís una especie de felicidad o estabilidad en la que te refugias, pero que no te implica realmente. Mi primer error arrasó con todo lo anterior, lo desterró, lo volvió polvo. Terminé por caer en la cuenta de que no había sentido amor hasta él, hasta que lo conocí, me robó el mundo entero y me rompió el corazón. Nunca había sentido la tormenta interna que genera el estar enamorada. Nunca había sufrido el dolor de ver caer poco a poco todas tus esperanzas. El sueño del chico malo que se convierte en bueno me explotó en la cara. Él era un chico malo, pero ningún amor logró cambiarlo (nunca, ni siquiera al día de hoy después de 7 años). Pero a pesar de estar con el alma hecha pedazos por mi primer batalla perdida, nunca abandoné la idea de amor que creía. Vagué sola, deambulando por otros semi amores que nunca llegaron a ser importantes por mucho tiempo. Nadie me provocaba algo genuino, nadie era él. Y es que hoy creo que superar el primer amor es de las cosas más complicadas, no porque haya sido realmente hermoso sino porque fue el primero, y por tanto es el que para siempre va a permanecer presente.
Un par de años más tarde, cuando ya estaba lo bastante perdida como para no saber qué era la felicidad y qué el dolor, conocí a mi segundo gran error. Y acá voy a hacer una pausa, porque si antes dije que no estaba segura de si mi primer amor era error o acierto, esta vez estoy convencida de asegurar que el huracán fue un error. Me gusta decirle así porque en realidad es como siempre se comportó, como un huracán. Llegaba, destruía todo y se iba. Todavía hoy después de casi 4 años vuelve de vez en cuando a querer romper alguna que otra cosa que se cruce en su camino, aunque por suerte la puerta que antes lo dejaba entrar, ahora permanece cerrada. Nunca nadie me lastimó tanto, por nadie dí tanto sin recibir nada a cambio. Si mi primer amor me rompió el corazón, el huracán logro destruirme completa. Ya ni siquiera sabía quién era yo. Lo bueno duró poco, y el resto fue mi penosa persona intentando que algo funcione a costa de mi misma. De mis gustos, mis tiempos, mis amigos, mi bienestar y mi paz. Para cuando se fue "definitivamente" (puesto en comillas porque en realidad siempre vuelve), para cuando se fue ya no me quedaban sueños. Ni príncipes, ni compañeros, ni chico malo convertido en el bueno. De pronto me encontré sola, tirada, sin fuerza, sin reconocerme, totalmente destruida, ida, lastimada. Me quedaban pedazos, algunos pocos, de la chica que antes había sido. Así que no tuve más remedio que empezar de cero, juntar las partes desparramadas y volver a crear las faltantes para sentirme otra vez completa. Y me costó tanto. Fue difícil el encontrarme sola y lastimada, pero aún más cerrar de una vez por todas esa puerta por la que de vez en cuando él quería volver a entrar. Maldito huracán que no suelta pero tampoco agarra del todo, nacido para destruir.
Perdí las esperanzas y la fe. Destruí todas las ideas de amor, dejé de soñar y creé a mi alrededor una dura y concreta capa de hielo que me protegiera. Nadie nunca iba a volver a destruirme así otra vez. Nadie iba a volver a dejarme tan rota. Me había costado tanto recomponerme que no quería que nadie más entrara por esa puerta. Y los amores baratos de un rato volvieron a circulación. Relaciones superficiales para no involucrarme, para no sufrir, para no tener que pasar por ese dolor otra vez.
Pero lo peor todavía no había llegado. ¿Que panorama desolador, no? En realidad estoy a punto de relatar la historia más hermosa y triste de mi vida. Apareció cuando lo más parecido al amor que existía para mí era salir a tomar con mis amigas. No lo tomé en serio, nunca lo tomé en serio. Es que él estaba en la misma que yo, y mientras nos mantuvieramos juntos en la idea de salir, divertirnos y que todo quedara lejos de los verdaderos sentimientos, nada podía salir mal.
La vida suele dar las mejores lecciones a base de cachetadas que te dan vuelta el mundo. No fui yo evitando enamorarme, no fue él siendo malo, menos un desastre natural. No fue nuestra culpa. No fue la culpa de nadie, pero todo cambia en un segundo, ¿saben? Con mi gede amor (como le decía por ser fan de las fiestas y el alcohol), aprendí lo mucho que vale un segundo. Un micro segundo. Una charla sin importancia, una caricia, un abrazo, un instante feliz. Eso fue él para mí, un instante feliz y una vida de dolor. Para siempre voy a llevar clavado su dolor, nuestro dolor. Un día se fue y nunca volvió, y lo extrañé por tanto tiempo que hasta perdí la cuenta de los días, los meses, los años, las vidas que llevamos sin vernos. Mirá si son locas y mágicas las cosas, el ultimo mensaje que recibí de su parte antes de que la vida se lo llevara decía: "que lindo fue cruzarte". Eso fue nuestra historia, un pequeño e insignificante cruce. Como cuando se encuentran dos caminos que van en direcciones opuestas. Sería hipócrita decir que no disfrutamos el poco tiempo que nos tocó compartir, si hasta creí que habíamos sido hechos uno para el otro.
Con el tiempo entendí que lo nuestro solo venía a enseñarme lo importante de vivir a pleno cada segundo de mi vida. Cada micro segundo. Cada instante. Porque eso es lo que tarda la vida en cambiar, una unidad de tiempo que ni siquiera podemos percibir y el mundo, las circunstancias, absolutamente todo lo que damos por seguro puede desaparecer y nunca volver. Todavía me duele un poco el corazón, pero llevo como bandera todo lo que me enseñó. Cada uno de sus consejos, cada una de sus frases. "No tengas miedo corazón, si lo que tiene que ser, será".
Perdí mis esperanzas en la vida que me parecía tan injusta. Perdí la fe en la idea de felicidad que me parecía tan lejana. Pero también perdí el miedo y los prejuicios. Las barreras y los mil tapujos que le ponía al amor. Y me quedé desnuda en alma. Ya no tenía nada, pero eso significaba que podía volver a empezar, aunque me doliera dejar todo atrás. ¿Que más podía hacer?
Todo estaba bastante oscuro, gris, desolador. Esperanzas no había. El amor había pasado a ser algo casi inalcanzable, imposible, utópico. Con lo difícil que era poder coincidir con alguien, la única vez en mi vida que lo había logrado, el destino me lo había arrebatado de las manos sin compasión.
Cuando llegó estaba tan desilusionada de la vida que ni siquiera advertí lo que podía significar. Pero de todas maneras acepté sus abrazos, eran una mezcla de dulzura con seguridad que me hacían creer que no todo estaba tan mal. Acepté sus besos, sus charlas, su consuelo. Poco a poco acepté su amor, el amor más puro que había recibido jamás, y sin saber cómo me encontré a mi misma sin barrera que me protegiera de enamorarme. Pataleé y me resistí un poco. También lloré, porque no me lo podía creer, ¿cómo iba a ser posible? Después de todo lo pasado, del camino tan transitado y lleno de piedras, ¿era real? No podía simplemente volver a creer que algo bueno me esperaba si cada vez que lo hacía veía como todo se desmoronaba en menos tiempo del que me llevaba salir corriendo. Pero, ¿para qué tener miedo si lo que tiene que ser, será? Me costó bastante, pero el camino lleno de piedras solo me estaba preparando. Necesitaba aprender a reconocer el amor, el verdadero amor que nada tenía que ver con príncipes, chicos malos o huracanes. Aunque en algo no estaba equivocada. El anhelo de un compañero de vida se volvió realidad, y yo todavía sigo sin poder creermelo.
Tuve que aprender a los golpes que los instantes se disfrutan, pero ahora resulta que soy feliz sólo con tomarlo de la mano. Y que puedo contarle cualquier cosa que se me ocurra, porque a demás de mi gran amor, es mi amigo. Mi compinche, alguien con quien puedo contar más allá de todo.
Confianza, lealtad, amor. Gran amor. La vida no era tan mala después de todo, aunque sí un poco extremista en sus formas de enseñanzas. Pero ahora lo entiendo, lo veo tan claro: necesitaba estar lista, necesitaba aprender un millón de cosas sobre el amor, sobre mí, sobre la vida, para llegar a este punto totalmente plena y poder disfrutar de quién se llevó la oscuridad y trajo la primavera otra vez. El sol volvió a brillar, y esta vez tengo los pies bien pegados a la tierra aunque siga siendo un tanto romántica y soñadora.
Hoy por fin después de tanto descubrí lo que es el amor.
Hoy por fin después de tanto soy feliz.
Tengo un gran amor. Un amor de esos con los que la eternidad te parece un tiempo demasiado corto.
Hoy por fin crecí lo suficiente para que el amor no signifique dolor nunca más.
lunes, 30 de abril de 2018
Yo te creo
Hace cerca de dos días hay una iniciativa en twitter que se llama "#cuentalo". La idea es visibilizar todos los casos de violencia contra la mujer que existieron y existen.
Entré a leer esas historias, entre a leer a esas mujeres, sus miedos y sus traumas. En un principio me encontré con todos esos casos conocidos por lo medios, los extremos, los que erizan la piel y estrujan el alma. Todos esos casos de las que ya no están, las que no tienen voz, y por las que empezó esta iniciativa. Pero después empecé a toparme con casos no tan extremos, más naturalizados, más tapados pero no menos importantes. Y caí en la cuenta de que si haces un poquito de memoria, si te animas a ver un poquito el pasado, todas tenemos algo que contar. Que ninguna se salva, que todas sufrimos por un sistema que nos oprime solo por haber nacido mujer.
Me acordé de cuando tenía 12 años y un hombre que podría ser mi abuelo me gritó en la calle. De como yo no entendía a que se refería, si todavía jugaba con muñecas. Me acuerdo de los comentarios que hacían mi mamá y mi abuela, de que era chica pero ya tenia el cuerpo desarrollado. De que era linda, que era casi inevitable que eso me pasara.
Siendo más grande me acuerdo como mi primer novio (de 14 años igual que yo) casi se va a las piñas porque otros chicos que pasaban me dijeron cosas. De la impotencia que él sintió por no poder defenderme, de lo culpable que me sentí.
Me acordé de la vez que en la parada de micro de mi casa un hombre de unos 30 años empieza a decirme cosas al oído sobre lo que le gustaría hacerme. D como me sentí paralizada, tanto que ni siquiera pude moverme, menos contarlo. Tenía 18 años, y me culpé. No quise volver a ponerme ese short blanco. No pude olvidarme de su cara, ni del tono de su voz.
Me acordé de todas esas veces en boliches en los que me tocaron el culo, me levantaron la pollera o el vestido, me gritaron cosas o simplemente me persiguieron por todo el lugar a pesar de mis reiterados "no". O esa vez en la que en un boliche, un chico con el que estaba me dio de tomar reiteradas veces vodka para luego intentar convencerme de subir a la barra a bailar. O como todos mis compañeros me insistieron para que quedara en corpiño en el escenario de otro boliche para poder ganar un concurso estúpido en el ultimo año de colegio.
Algunas veces me negué. Otras me paralicé, lo pasé por alto, naturalicé las cosas que me hacían sufrir en algún punto. Lloré noches enteras pensando que era mi culpa que ningún chico quisiera ser mi novio, porque yo salía todos los fin de semanas, porque era mi culpa que no pudieran "confiar" y dejar de lado los celos y el control.
Me acordé y me dolió en lo más profundo de mi ser haberme dado cuenta recién hoy de que era el sistema en el que vivimos el que me hacía sufrir. Hoy con 22 años lo puedo ver, puedo entender que nunca fue mi culpa. Que simplemente no tuve la suerte de nacer hombre. Hoy puedo ver porqué mi mamá insistía en ir a buscarme a todas partes y no me dejaba tomar taxis o remises. Porqué insistía tanto en que cualquier bebida que tomara fuera abierta ante mis ojos, que no tomara de cualquier vaso ni aceptara lo que desconocidos me ofrecían. Ella sentía el miedo que ahora siento yo, y que no voy a dejar que me paralice nunca más.
Por las que no están. Por las que no tienen voz. Y también por las que quedamos. Las que estamos, las que sufrimos, las que vamos a luchar para ninguna más tenga que sufrir solo por el hecho ser mujer.
Arriba el feminismo que va a vencer.
jueves, 12 de abril de 2018
Alice
Todavía no entiendo bien porqué o hacia donde.
Todo está oscuro, y aunque debería sentir miedo, una extraña calma me invade. Pero no estoy segura de que se trata del tipo de calma que te hace permanecer tranquilo. Parece más un silencio ahogado, obligado. No grito ni entro en pánico, tan solo observo mientras me hundo. Es un hueco que parece no tener fín. Caigo. Caigo. Continuo cayendo.
Me da miedo llegar al fondo, y a la vez lo ansío. Me hace sentir mal el intermedio, el tiempo de espera hasta que lo peor llega. Porque sé que va a llegar, tarde o temprano el duro fondo se va a hacer presente. Siento nauseas, estoy mareada, y donde debería existir enojo solo encuentro tristeza. Es extraño como se siente.
Yo creía estar en tierra firme, o quizá nunca fue así realmente, quizá siempre fue una sensación. Sensación de firmeza. Supongo que es lo que me gano por permitirle a alguien que me sostenga. El suelo parecía estar bajo mis pies hasta que esas manos me soltaron. Me empujaron. O simplemente en un acto de torpeza resbalaron de las mías. Si, creo recordar que así fue. Una imprudencia, una estupidez, un accidente. Un detalle que me ahuecó el corazón y dejó a la deriva en esta oscuridad.
Donde debería haber enojo solo hay cansancio. Comienzo a sentir el cansancio en mis sienes. En mis piernas. En mi alma. Estoy cansada de caer, de siempre caer pero nunca llegar a tocar fondo.
Supongo que un poco es mi culpa, por ser de las que lucha. Siempre que puedo intento aferrarme a las raíces, intento agarrarlas, sostenerme, no hundirme. Pero esta vez todo me resulta demasiado superador.
Donde debería haber enojo, hay decepción. Y cuando lo comprendo, la distancia se acorta y el fondo del pozo me golpea. Ya no tengo a donde ir, ni a donde volver. ¿Seré capaz de volver y ser la misma algún día? No dejo de sentir que este pozo al igual que la decepción, son un camino de ida.
martes, 10 de abril de 2018
martes, 3 de abril de 2018
Tengo miedo que haya un día sin mañana
Es como si fuera una carrera en la que te estás manteniendo enfocado, totalmente concentrado, y la cosa más tonta te hace tropezar. Un par te cordones desatados, una rama, una piedrita insignificante que tiró abajo no sólo tu cuerpo, sino todo ese esfuerzo. Todo a la basura, la carrera ya la perdiste y todo lo anterior se siente... en vano.
Me esfuerzo porque normalmente no me doy cuenta de las cosas más obvias, porque muchas (por no decir todas) las veces necesito que me digan qué está pasando. Qué está mal. Que se siente pesado. Que estoy haciendo para cagarla. Porque la cago, eso no tiene discusión pero nunca es con verdadera intención. Vivo tan al revés. Voy siempre tan a la contraria que supongo que muchas veces no sé como funcionan los demás. Y cuando algo sale mal, intento comprender, ponerme en otros zapatos. Y termino cagandola peor. Debería cerrar la boca.
¿Vieron que siempre estoy, permanezco, termino sola? Es triste darme cuenta que quizá sea porque no sé funcionar con alguien más. Es tal vez simplemente que me acostumbré tanto a ser solo yo que incluir a un otro puede traer daños colaterales. Daños que no quiero causar. Daños que causa todo ese tiempo que no tuve que pensar en nadie más que en mí. Es que a eso te lleva un corazón roto muchas veces: pensar solo en vos.
Pasé por tanto yo sola. Solita, conmigo y mi corazón, que aprendí a arreglarmelas así. Aprendí a no depender de nadie más, a poder con todo sin quejarme, sin echar culpas. Y eso no está mal, creo. Pero la peor consecuencia es que al día de hoy sólo soy capaz de pensar en mí. En mí dolor, mís angustias, mís problemas. Me cuesta tanto pero tanto incluir a alguien más. Darme cuenta que casi siempre sólo está queriendo ayudarme, que aunque pueda sola quizá sea mejor aceptar la mano que se me ofrece para levantarme.
Me cuesta medir las consecuencias de mis acciones, porque estando sola lo que sea que hagas no tiene onda expansiva que dañe, porque no hay nadie cerca a quién dañar.
Me cuesta aceptar que alguien depende de mí. Que dependo de alguien.
Me cuesta dejarme querer.
Me cuesta creer que ya no tengo que estar sola nunca más. Que la pesadilla terminó.
Me cuesta aceptar que puede que el sueño por fín comenzó.
Que ya no hay que pasar por nada más solas.
lunes, 26 de marzo de 2018
Siempre me costó relajarme y ser feliz, pero justo ahora me parece demasiado. La mayoría de los momentos agradables que vivo desencadenan sin remedio en un llanto desgarrador que no puedo explicarme ni a mi misma. ¿Tristeza? No estoy segura.
No sé que es lo que me pasa adentro, y eso me angustia todavía más. No sé que hacer para sentirme mejor. No es tristeza absoluta, ni tampoco felicidad plena. No es ni una cosa ni la otra. Mi vida es una mezcla extraña de momentos felices que no me permito disfrutar completamente. Como si fuera el castigo, la cuota que tengo que pagar: después de un instante feliz, al menos 10 minutos de llanto.
Ni siquiera lo puedo controlar, y creo que se trata de que ser feliz me da muchísima culpa. Ponerme primero me hace sentir como la persona más cruel del universo. Ponerme primero en mi cabeza equivale a destruir a ese otro que me necesita.
Me gustaría poder cortar de raíz este sentimiento. Me gustaría poder arrancarme lo que siento cada vez que pienso que puede que me necesite y no estoy ahí para él. Me gustaría no sentirme tan responsable por su dolor, pero dediqué dos años de mi vida a intentar ahorrárselo y ahora no estoy ahí para seguir haciéndolo. Me alejé para empezar a ahorrarme dolor a mi misma, y la culpa solo está logrando que ese dolor sea todavía peor.
¿Cuando se va a terminar esta pesadilla? Me quiero despertar.
O perder la memoria. Olvidarme hasta de quien soy. Olvidar el dolor. Olvidar todo.
Olvidarlo. Dejar de sentirme responsable. Dejar de castigarme por ser feliz.
viernes, 16 de marzo de 2018
Magia
Te vas a romper en mil pedazos y vas a rogar a quien sea que maneja los sentimientos, que por favor apague los tuyos porque ya no vas a poder soportarlos.
El dolor es silencioso, y a veces el silencio se vuelve insoportable. Vas a llorar hasta desgarrarte. Vas a enojarte con todo el mundo por estupideces porque en realidad estas enojado con el mundo, con la vida, con las circunstancias, con el dolor. Vas a querer salir todos los dias o vas a querer quedarte en casa solo y aislado. Vas a desear nunca haberte enamorado. Vas a desear perder la memoria. Vas a enloquecer y quemar todos los recuerdos. Y vas a llorar cuando te des cuenta que destruiste lo último que te quedaba de ese amor. Vas a odiar. A esa persona, a sus amigos, a su gusto musical, su equipo de fútbol y a todas esas cosas que te hagan acordar el dolor que llevas clavado en el pecho.
Pero un buen día también te vas a levantar y vas a sentir una clase de alivio extraño, que aparece cuando el cielo aclara. La tormenta ya pasó, y sobreviviste. Todo parece en orden otra vez. Ya no lloras, ni te enojas por cualquier cosa. Ya no sentis el remolino de sentimientos. Ya no sufris, ni odias. Todo permanece en calma, pero quiero contarte que por más de que ya no duela, esta es la peor parte.
Sanaste. Te sentís como nuevo otra vez, y eso se convierte en la peor parte porque no querés que nadie lo arruine. No querés arruinarlo. Te costó tanto. Tanto esfuerzo, tanto dolor, tantas noches y tantos dias.
Llegó la peor parte porque volver a confiar se hace una tarea casi imposible. Porque volver a dejar entrar a alguien significa dar pase libre a que destruyan otra vez todo eso que tanto te costó volver a construir.
Resulta que ahora no solo cargas con las heridas, sino también con los miedos que estas dejaron. Y te sentís atacado cada vez que alguien pretende acercarse demasiado. Ves fantasmas donde no los hay. Espejismos pasados que vuelven, que te recuerdan lo que puede pasar si te volvés a entregar. Pero dejame contarte un secreto, sólo una cosa puede pasar si volvés a confiar: magia.
La magia de amar a pesar de que pueda fallar. La locura de sentir que es para siempre aunque pueda terminar. La hermosura de enamorarse y amar aunque pueda doler. Porque estoy segura que duele más quedarse quieto sin sentir por miedo.
Porque el amor nunca trae algo bueno. El amor siempre trae algo mejor.
sábado, 10 de marzo de 2018
creo estar segura
Hoy volví en el micro escuchando una canción que resumía bastante bien lo que había sentido todo el día. Por primera vez en mi vida tengo un amor puro y desinteresado por alguien. Un amor totalmente real, común y corriente que me llena el alma como ninguno antes. Un amor que puedo jurar (aunque sea mentira) que será para siempre. Y es que el mundo vive en completo cambio, y no puedo asegurar que esto vaya a durar tanto tiempo, pero así lo siento. No puedo dejar de sentirlo.
Y eso es lo lindo de el amor, ¿no? Sentir que es para siempre aunque pueda fallar.
Hoy entendí lo que hace meses quiero expresar en palabras sin llegar a lograrlo. Hoy entendí que es esto que siento que nunca antes sentí. Hoy entendí que por primera vez en mi vida tengo un amor que construí. Y no hay nada más sano, puro y lindo que eso. Porque amé antes de él, pero nunca como a él. Es increíble como todos los demás amores se vuelven tóxicos en cuanto pienso en el día de hoy.
Entendí que el amor, pero sobre todo las relaciones, se construyen día a día y con esfuerzo. Que estar enamorado no alcanza, que el amor es también un montón de otras cosas hermosas que no tienen que ver con lo que sale en las películas.
El amor es también todo eso cotidiano que nadie te enseña, que aprendés a los tropiezos, pero que te deja marca para siempre.
Estuve toda mi vida deseando un compañero. Era lo que respondía cada vez que alguien me preguntaba que esperaba de una relación. Toda mi vida también me sentí muy sola aunque estuviera rodeada de muchisima gente. Y hoy, por primera vez sé que no lo estoy. Ya no me siento sola, y es el mejor regalo que alguien puede darme.
Tengo una relación llena de amor, respeto, apoyo y compañerismo. Compartimos, disfrutamos, nos bancamos en malas y buenas. Sé que puedo con todo si lo tengo al lado. Ni por delante, ni por detrás. Uno por uno, hombro con hombro, quiero caminar toda la vida con él a mi costado.
(Jump then fall traducida)
martes, 27 de febrero de 2018
Para Agus
Hay un tiempo en él que te preguntás: ¿voy a llegar? ¿a donde voy? ¿que estoy haciendo?
Y esas preguntas son una mierda, pero necesarias. Como con todo lo malo: lamentablemente es necesario. Porque conocemos por contraste. Sabemos qué es el calor, porque sufrimos en algún momento el frío.
Por eso nunca me quejé de mis quilombos. Los necesito para crecer. Siempre intenté transitar mis tormentas con buena actitud y abierta a los cambios. Porque los quilombos siempre traen eso, cambios. Por eso asustan tanto, porque el mundo entero se te da vuelta y empieza a temblar. Y fácil no es. Te caes, te desgarrás, sangrás y deseas nunca haber llegado a sentir. Deseas apagarlo todo. Que los sentimientos se esfumen para siempre. Pero sin tristeza no sabríamos qué es la felicidad. Y ahí entendés todo.
Te das cuenta que morir puede (y tiene) que significar renacer. Te das cuenta que una fuerte sacudida no es el fin del mundo, sino el inicio de uno nuevo. Uno mejor, porque ya no sos el mismo. Porque el dolor te marcó y aprendiste. Creciste.
Esto es para vos que todavia estas en el medio de la tormenta: esto va a pasar. Te juro que sí. Y un día te vas a despertar agradeciendo que todo haya pasado así. Vas a agradecer el dolor que te permitió saber lo que vale la felicidad. Y ese día vas a entender a que me refería cuando decía que merecias más.
[TODO (siempre) VA A ESTAR BIEN]
Porque gracias al cielo siempre amanece después de la noche oscura. Siempre hay un nuevo día. Una nueva vida. Una nueva vos que renace de las cenizas más fuerte que antes.
lunes, 19 de febrero de 2018
calambres en el alma
Tomar una cerveza (o dos). Reír a carcajadas. Caminar por ahí a las tres de la tarde o a las tres de la mañana. Mirar una película, o no mirarla y comernos a besos. Abrazarnos en la calle, la vereda, la cama. A la luz del sol o en la oscuridad.
Cenar en un restauran, en un barcito mas o menos o comer arroz en el medio del campo. Vernos días completos o 10 minutos. Charlar de cosas insignificantes, o colgarnos en flashes filosóficos interminables. Discutir por estupideces, por cosas sin sentido, por ver quien tiene razón. Y reirnos de los resultados.
Coger hasta hartarnos. A la mañana, a la tarde, a la noche. En cama, el baño, el piso. Dormir muy apretados, muy abrazados, o muy lejos por el calor. De buen o mal humor, cuando no quiero que nadie me hable, cuando me queres matar por mis malas contestaciones.
Para una guerra de cosquillas o un abrazo que seque lagrimas. Para todo.
Giro la cabeza y te veo sentado al lado mio en el kiosco. Venís a el que seguro es el lugar más caluroso y aburrido de la ciudad. Y venis igual. Mis horas de trabajo de repente se vuelven más livianas, más rápidas, más llevaderas. Giro a mirarte y agradezco al cielo en mis adentros. Agradezco haberte encontrado, y que me encontraras. Lo agradezco a cada rato. Todos los días. Cada vez que te veo sonreír. Cada vez que caigo en la cuenta de que te tengo para todo. Y que me tenes de igual manera.
No importa si es para reírnos o llorar. Si es para charlar horas o solo quedarnos en silencio.
Quiero compartirlo todo. Incluirte en cada plan, en cada momento, en cada cosa de mi vida. Quiero que seas parte de todo mi mundo.
Sentir que no necesito más. Sentir que es para siempre aunque pueda fallar. Sentir que cuento con vos para todo, sea bueno o malo, es lo mejor que puedo llegar a sentir.
jueves, 15 de febrero de 2018
Estupidez
Te molesto diciendo que sos demasiado cursi y disfruto de ver cómo te indignas. Me decis que soy mala. Soreta, fría, témpano de hielo.
Me río a carcajadas haciendo chistes de que no vamos a durar mucho. Que no me duran las relaciones. Que en un rato me aburro.
Me divierte la cara que pones cuando te digo denso, pesado, intenso. Cuando me abrazas fuerte y te digo "salí que hace calor".
Es muy divertido cuando me amenazas diciendo que no me vas a decir más cosas lindas y al rato me bañas en dulce de leche empalagoso otra vez.
Es divertido porque sos mi opuesto totalmente y resulta que más que un corazón helado tengo uno que lo razona todo y para decir cosas lindas necesita lápiz y papel. O una compu y un blog.
Adoro escribir. Y adoro escribir(te). Me gusta poner los sentimientos en palabras porque me ayuda a entenderlos. Y sí, ya se que no hay que entender sino que sentir, pero no se puede ir contra uno mismo, no?
Amo tu cursilería. Que me empalagues y dejes sin oxígeno en un abrazo (aunque nos quedemos pegados por el calor). Amo que me digas cosas lindas, y te amo a vos. Pero si no es a través de palabras todas juntas en una carta no me sale demostrarlo.
Lo bueno es que tenes muchos puntos a favor. Porque resulta que cuando me río mucho con alguien no quiero irme de al lado suyo nunca.
Me divierto molestandote porque responder a tu cursileria con algo tierno me pone un poco incómoda, en terreno no explorado donde no sé como actuar ni que decir. Prefiero reír. Eso siempre se me dio fácil. Molestarte y reirme, cortar con la dulzura para guardarmela adentro junto con todas las otras cosas lindas que siempre me decis y que tan bien me hacen.
No dejes nunca de decirme cosas lindas. Yo te prometo que nunca voy a dejar de molestarte. (Porque resulta que molestar es mi forma de reir. Y para mi la risa es lo más parecido al amor que existe.)
martes, 13 de febrero de 2018
+
sábado, 10 de febrero de 2018
Ayer hacía tres noches que no dormía. Adjuntaría a esta entrada la foto que me saqué, pero la cara de loca psiquiátrica prefiero reservarla para los pocos conocidos que no se asustan al verla. La cabeza se me partía en dos para cuando llegamos a su casa. Ya hasta me molestaba la luz en los ojos, y tenía nauseas. Quien haya sufrido migrañas va a entender de lo que hablo. Pero él había querido ir tantas veces a esa cervecería que... "me acuesto un ratito y se me pasa".
Realmente quería que se me pasara. Cerré los ojos y respiré pausado. Apareció con un ibupirac y un vaso de agua. "Estás pálida, no vamos nada. Nos quedamos".
Ya se me pasa. Ya se me pasa. Ya se me pasa. Por favor que se me pase.
Cerré los ojos otra vez. Y escuché los diálogos de una peli que hacía mucho tenía ganas de ver. Los abrí de golpe. "Esa es 27 bodas, ¿la viste ya?", "No, la puse porque te gusta". De no haberme sentido tan mal hubiera saltado de alegría. Cerré los ojos otra vez y se acostó al lado mío. Me acarició el pelo, y me quedé dormida pensando en que nunca nadie me había cuidado tanto. Las caricias (o el ibupirac) hicieron efecto, y para cuando me desperté unos 20 minutos después, parecía nunca haber existido el dolor.
Así me hace sentir Jero, como si nunca hubiera sufrido en mi vida. Como si todo lo que pasé antes fuera tan lejano que a penas puedo verlo. Como si el dolor pasado, presente y futuro, no existiera. Mientras él está cerca me siento como si nada pudiera salir mal.
Fuimos a tomar cerveza, comer pizza y reírnos a carcajadas. Y se sintió tan bien. Volvimos, y por fín después de tres noches pude dormir. Descansé tranquila y relajada. Y el quilombo de miedos y dudas que no dejaba a mi cerebro en paz hacía tres noches, desapareció una vez que Jero me abrazó y me dio un beso en la frente. Todos los desastres desaparecen cuando él está cerca.
Ojalá todos algún día encuentren en alguien todo lo que yo encontré. Todo lo que veo, todo lo que siento, todo lo feliz que soy.
Ya no me asustan las tormentas, porque resulta que tengo con quién enfrentarlas. O no, porque conociéndome voy a seguir queriendo enfrentarlas sola, a las mías, a las suyas, a todas. Porque eso es lo que mejor me sale: luchar. Luchar a morir por la persona que amo. Pero ahora tengo quien me calma y cuida cuando el mundo me pasa por encima. Ya no estoy sola. Ya no me siento sola.
Encontré eso que venía deseando hacía tantos años, un compañero. (❤)
viernes, 9 de febrero de 2018
Y mi café favorito siempre va a ser el de tus ojos
No me puedo dormir, el insomnio me atacó por la espalda. O no, en realidad es pura ansiedad. Hace por lo menos 3 dias que dormir es lo mismo que estar conectada a 220. No puedo calmar mis nervios. Es que cuando esperas algo por tanto tiempo, es imposible quedarse calmada.
Me cuesta un poco expresarme cuando se trata de buenos sentimientos. De puros, sinceros. De los que no duelen. Porque cuando algo duele en el arrebato de querer sacarlo todo afuera, las palabras hacen de canal.
El problema es que esto que siento no me lo quiero sacar. Ni perder, ni dejar. Lo quiero tener para siempre conmigo. Quiero sentirme así por mucho tiempo más.
¿Alguna vez sintieron la certeza del amor? Certeza quiere decir algo así como verdad. Una certeza es algo cierto, seguro, verdadero. La certeza del amor.
Se me caen las lágrimas y no estoy llorando. O sí, pero de felicidad. De la felicidad que me da haberme cruzado con alguien que me hace tanto bien. Que me ama y cuida, y para el que soy tan importante. Resulta que soy la persona menos demostrativa del mundo pero de no serlo me pasaria la vida pegada a él. Sentada sobre sus piernas acariciandole el pelo. Aunque estuviéramos rodeados de un millón de personas. Aunque todos estuvieran mirando. Si yo dejara de lado el frío y el hielo, le daria un beso cada vez que respira. Y le diría te amo cada vez que sonríe. Le respondería con un abrazo apretado a cada pregunta. Y con mil caricias cuando no haya respuesta.
Le daría todo lo que tengo, y lo que no lo conseguiría. Haria lo que sea por verlo feliz. Porque verlo feliz me hace feliz. Porque solo tenerlo cerca me hace feliz. Charlando de todo, de nada, de estupideces sin sentido. Peleando, abrazados o a mil kilómetros diciéndonos "te extraño".
Lo amo tanto que a veces creo que me va a explotar el pecho solo para que pueda entrar más amor. Así me siento, llena de amor. Del bueno. Y es hermoso.
Si yo fuera más demostrativa y menos orgullosa, estoy segura de que no me alcanzaría el tiempo para hacer otra cosa que no fuera estar pegados. Porque hay personas intensas para afuera y otras que lo somos para adentro. Y cada dia me cuesta más dominar lo que siento para no salir corriendo cada vez que lo veo llegar.
Puede que algún dia me gane el sentir y me vuelva la más densa del mundo. Algún dia voy a ser capaz de expresar lo que siento por otro medio que no sean las palabras. Pero por ahora, te escribo. Y te amo. (Siempre te amo)
lunes, 5 de febrero de 2018
tic tac (escrito el 05/02/18)
A mi con no saber lo que quiero me alcanza.
Tuve un día de mierda, sin ofender a la mierda que es bastante mejor de lo que fue mi día. Últimamente me siento enredada en un limbo del que no logro salir porque todo gira muy rápido.
Una mitad del tiempo tengo ganas de destrozar cosas, la otra de llorar. Y como no hago ninguna de las dos termino encerrada en mí. En mi casa, en mi cama, en una serie que logre distraer a mi cerebro por un rato.
Hoy empecé una nueva, y ya voy por la mitad. Porque sueño como para dormir no tengo, y necesito encontrar algo que me distraiga hasta que no pueda más y necesite descansar. Cosa que en realidad no hago hace días porque hasta cuando duermo mi cerebro parece estar a mil. Y me levanto mareada y contracturada. ¿Y sabes cual es la peor de las torturas? No tengo ni idea de cual es el problema. Si lo supiera, y si maquinara sobre eso… por lo menos sabría por donde empezar a resolver, ¿no? Pero ni siquiera cuento con esa suerte.
Tengo la inteligencia emocional de un nene de 5 años. Y eso es ofender a los nenes de 5 años.
No se llorar, no logro expresarme y cuando lo hago, la cago. Siempre la cago. Cuando quiero lograr contención, recibo portazos. Gritos, quilombo y enojos. Termino por sentirme una idiota, así que renuncio a las demostraciones y me quedo callada en mi limbo. Porque prefiero enredarme sola antes que recibir todo eso de los de afuera.
Duele bastante cuando te esforzas por comprender a todo el mundo pero nadie de esos a los que recurris lo hace por vos.
(O sí, resulta que hay una sola persona que lo logra. Que no me juzga ni se enoja, y que me banca. Debe ser que nos entendemos en el quilombo de sentir mucho y decir poco. Y vivo diciéndole desquiciada. Já)
Hace días que no sé ni lo que siento, ni lo que quiero, ni a donde pretendo llegar. No como, no duermo, y no tengo idea de como sobrevivo sin prender fuego todo a mi alrededor, pero es lo que siempre hago. Y ya me acostumbre. Porque el quilombo en realidad soy yo. Soy una bomba de tiempo haciendo tic tac, amenazando con volar todo en pedazos en un segundo.
Soy destructiva. Rompo todo lo que toco, porque la que está rota soy yo.
Sé que va a desear no haberme conocido. Va a rogar con cada centímetro de su piel que yo nunca hubiera aparecido, porque soy un infierno. Y el tiempo va a darme la razón.
¿Alguna vez tuviste ganas de morirte? Pero ganas en serio. Nunca se lo dije a nadie pero yo fantaseo con mi muerte desde aquel día. En un choque, ahogándome, con un disparo en medio de un robo.
Los días que estoy más positiva fantaseo con perder la memoria. Olvidarme de todo. Y me alivio el alma por un rato imaginando lo hermoso que sería perder el peso del dolor que llevo. Me imagino despertando en un hospital sin saber quien soy, y empezando una vida nueva. Una en la que no estuviera tan jodida. Estoy jodida. Para siempre. Se me jodió la vida para siempre.
Por eso había apagado los sentimientos. A veces el dolor es tanto que solo deseas que se detenga, que lo apaguen, que bajen el maldito interruptor. A veces solo deseo dejar de sentir. Desaparecer. Fugarme hasta de mí.
A veces fantaseo con que estoy bien. Y sonrío. Y se lo hago creer a los demás. Tanto, que hasta me lo creo yo misma. Y ando por ahí reprimiendo inconscientemente las ganas de llorar. Hasta que llega una noche como la de hoy y todo sale a chorros. Y ya no hay tiempo para detenerlo. Todo eso que estuve aguantando sale libre y destruye todo a su paso.
No esta bien, pero no sé hacerlo de otra manera. Por eso es que estoy jodida para siempre, porque esto nunca va a sanar. Y yo siempre voy a sentir en el fondo de mí estas ganas de morirme. Morirme para que deje de doler. Para que se baje el interruptor. Por dios, alguien que lo baje. No puedo más. No doy más. No quiero fingir más.
Voy a estar jodida para siempre y por eso siempre prefiero arreglármelas sola. Tener a alguien muy cerca puede significar que termine igual de roto que yo. Y no puedo darme ese lujo.
¿Algún día voy a ser mejor que esto?
Pedacito de amor delirante
Y no sos vos.
Y no te imaginas lo que duele.
Me duele ser feliz.
Me duele aceptar que me enamoré. Que me enamoré de alguien que no sos vos.
Que me encantan sus abrazos, y que me río a carcajadas. Que soy feliz la puta madre, soy feliz al lado suyo. Y me duele. Me da culpa. Me da ganas de tirar todo al carajo porque no dejo de sentir que te estoy fallando. Que me convertí en todo eso que prometí nunca iba a ser.
No puedo dejar de sentir que te abandoné. Que te estoy dejando solo. Yo, la que te prometió nunca dejarte solo. Ni a sol ni a sombra.
Pero te amo, de eso estoy segura. Sos de esos amores que nunca mueren, que siempre quedan vivos en algún lugar. Porque nos unen muchas cosas. Porque podríamos haber sido cualquier pareja de adolescentes pero resulta que la vida se cruzó en el medio, y nos convirtió en mucho más que eso. Nos une el dolor, ese que vivimos y sufrimos juntos. Vi lo peor de vos, y me ayudaste a ver lo peor de mí. Y por más de que odie tus manías, y no soportes mis caprichos siempre vamos a ser un buen equipo. Si se trata de pelearla a morir, somos invencibles. Codo a codo. Uno por uno. Te sostengo, me enderezas. Puede que nos cueste un poco convivir, pero si llegué a entenderte solo con una mirada tan mal no nos iba.
Me duele lo que te pasó. Me duele no habérmela bancado. Perdón, sé que te hubiera gustado seguir intentándolo juntos. Y la realidad es que en este tiempo lejos entendí que capaz así tenían que ser las cosas. Que hicimos hasta donde pudimos. (Hice hasta donde pude).
Siempre vas a ser mi favorito. Lograbas ponerme los pelos de punta, pero también eras lo único que me calmaba cuando el mundo entero ardía en llamas.
Fuiste mi fuerza y fui la tuya. Y siempre se trató de lucharla. Por eso me duele tanto todo. El cuerpo pasa factura cuando cargas con tanto peso. Sólo quería alivianarte el paso. Quería cargar con todo para que sólo tuvieras que preocuparte en recuperarte. Y fallé.
Me duele ser feliz lejos tuyo porque aquel día en esa terapia intensiva te prometí que ibas a volver a ser feliz. No me importaba que recuperaras el habla, o que pudieras caminar, o cualquier cosa. O sí, si me importaba pero me parecía mucho más importante que fueras feliz. Que volvieras a sonreír. Y cuando las lagrimas se me empezaron a caer, me apretaste la mano y sonreíste.
Sos la persona que más amé en el mundo. Y cuando el dolor por fin desaparezca espero poder verte a los ojos otra vez y no sentirme tan desecha. Espero cruzarte un día por casualidad y que me cuentes que tu vida es hermosa, y está llena de cosas buenas.
Espero que hagas uso de esa valentía que tanto admiré siempre de vos, y te comas el mundo.
Sólo espero que seas feliz a pesar del dolor que nos tocó, porque es lo que yo intento todos los días.
martes, 30 de enero de 2018
negro
De un lado estaban las suaves caricias que quieren curar el dolor. La respiración firme y constante, y el amor incondicional. Y del otro... el desastre. El quilombo, el dolor, la oscuridad que llama y atrae. Esa que puede absorberte en un instante. Que te consume, te arrastra, te tira, te golpea y te revuelca.
Cuando no sabes cual de los dos es real, y estás en ese limbo sin saber a donde ir. Cuando los fantasmas viejos y oxidados vuelven a abrazarte, elegí abrir los ojos. Yo elegí abrir los ojos y encontrarme con los suyos.
No podrían entender porqué lo amo ni en un millón de años, porque sólo yo puedo sentirlo. Sólo yo sé lo que fue estar en ese limbo tanto tiempo, rodeada por mi propia oscuridad. Sólo yo sé lo que es ver los ojos de Jero y sentirme a salvo otra vez.
No, el quilombo no volvió. Ya no me rodea la oscuridad. No estoy en el limbo.
Fue sólo una pesadilla. Una de esas recurrentes que van a acompañarme para siempre.
Ojalá también sean para siempre las caricias que logran despertarme y hacerme ver que no todo está tan mal.