martes, 13 de febrero de 2018

+

  Hace unos siete meses yo escribia en este mismo blog que mi vida no era ni una cosa, ni la otra. Que me sentía a la mitad, que hacía rato nada era completo. Hace siete meses nunca me hubiera imaginado que hoy escribiría lo que pretendo.
  Siempre fui fiel creyente de las buenas razones. Cada vez que necesito hacer algo o simplemente tengo que hacerlo me pregunto si tengo una buena razón para llevarlo a cabo. Quedarme, irme, saltar o arriesgar, todo necesita una buena razón que lo sustente, una que haga que no pese y se vuelva algo que no me importe soportar.
   Y acá está la disyuntiva: ya no encuentro buenas razones.
   Si me cuesta escribirlo, no me imagino tener que decirlo en voz alta. Y es que necesité mucho valor para dejar de negar lo evidente y hacerme cargo de que ya no siento lo mismo que antes. Que no quiero las mismas cosas, y que mis buenas razones cambiaron de dirección.
   Me sigo sintiendo a la mitad de algo, pero esta vez no por no poder decidirme por uno de los lados, sino porque una parte de mí quiere correr y la otra me retiene para que me quede sentada. 
¿Existe algo que pese y moleste más que la culpa?
  Hay un lazo en mi vida que no me atrevo a cortar, pero que ya no tengo buenas razones para sostener. ¿Entonces? ¿Cómo se hace? ¿Cómo hago para explicarle a mi parte honrada que no somos las malas por elegirnos primero? Por ponernos por delante y decir fuerte y firme hasta acá.
  Estar lejos ya no me lastima, y estar cerca se volvió un tanto… difícil. ¿Desde cuando? Si estar cerca era lo más sencillo, simple y placentero. Desde que perdí mis buenas razones para quedarme, supongo. Estar cerca me genera esa incomodidad de alguien que te pide a gritos amor cuando solo estas dispuesto a ofrecer una amistad. ¿Cómo se lo explico? ¿Cómo le digo que ya no es mutuo? ¿Cómo hago para dejar de sentirme mal por decir lo real? Lo que siento, lo que me pasa, lo que intento reprimir para no dañar y por tanto me lastima a mi. No estoy segura de cuando fue que todo cambió tanto, pero ya no puedo seguir haciéndome la tonta nunca más.
   No sé como hacer para alejarme sin sentirme mal, pero quedarme es mentir. Mentirme. Mentirle. Y dañarnos todavía más. Yo por la culpa que me da haberme enamorado de alguien más, él por seguir firme alimentando esperanzas de algo que no va a volver.
   Ya no sé que tan buena idea es seguir estando ahí para él, si ya no puedo ofrecer lo que quiere. Si lo lastimo cada vez que lo reclama y respondo no. Creo que aunque pueda parecer duro al principio quizá lo mejor sea soltarnos de una buena vez.
  No quiero seguir lastimándome, fingiendo, pensando en irme cuando recién llegué.
  No quiero seguir lastimándolo cada vez que le respondo “amigos” cuando pregunta qué somos.

  Y no debería pedir perdón por ser feliz, pero de todas formas espero que algún día pueda perdonarme. Espero algún día no sentirme mal por ponerme primero y elegir lo que me hace bien. Bien de verdad. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario