sábado, 10 de febrero de 2018

  A veces me cuesta dormir. Bueno en realidad siempre me cuesta dormir, pero hay noches en las que directamente no lo logro. Dar vueltas hasta consiliar el sueño es molesto, pero despertarte al otro día con dolor de cabeza porque tu cerebro decidió no descansar pese a estar dormido, es mucho peor.
  Ayer hacía tres noches que no dormía. Adjuntaría a esta entrada la foto que me saqué, pero la cara de loca psiquiátrica prefiero reservarla para los pocos conocidos que no se asustan al verla. La cabeza se me partía en dos para cuando llegamos a su casa. Ya hasta me molestaba la luz en los ojos, y tenía nauseas. Quien haya sufrido migrañas va a entender de lo que hablo. Pero él había querido ir tantas veces a esa cervecería que... "me acuesto un ratito y se me pasa".
  Realmente quería que se me pasara. Cerré los ojos y respiré pausado. Apareció con un ibupirac y un vaso de agua. "Estás pálida, no vamos nada. Nos quedamos". 
   Ya se me pasa. Ya se me pasa. Ya se me pasa. Por favor que se me pase.
   Cerré los ojos otra vez. Y escuché los diálogos de una peli que hacía mucho tenía ganas de ver. Los abrí de golpe. "Esa es 27 bodas, ¿la viste ya?", "No, la puse porque te gusta". De no haberme sentido tan mal hubiera saltado de alegría. Cerré los ojos otra vez y se acostó al lado mío. Me acarició el pelo, y me quedé dormida pensando en que nunca nadie me había cuidado tanto. Las caricias (o el ibupirac) hicieron efecto, y para cuando me desperté unos 20 minutos después, parecía nunca haber existido el dolor.
  Así me hace sentir Jero, como si nunca hubiera sufrido en mi vida. Como si todo lo que pasé antes fuera tan lejano que a penas puedo verlo. Como si el dolor pasado, presente y futuro, no existiera. Mientras él está cerca me siento como si nada pudiera salir mal.
   Fuimos a tomar cerveza, comer pizza y reírnos a carcajadas. Y se sintió tan bien. Volvimos, y por fín después de tres noches pude dormir. Descansé tranquila y relajada. Y el quilombo de miedos y dudas que no dejaba a mi cerebro en paz hacía tres noches, desapareció una vez que Jero me abrazó y me dio un beso en la frente. Todos los desastres desaparecen cuando él está cerca.
  Ojalá todos algún día encuentren en alguien todo lo que yo encontré. Todo lo que veo, todo lo que siento, todo lo feliz que soy.
   Ya no me asustan las tormentas, porque resulta que tengo con quién enfrentarlas. O no, porque conociéndome voy a seguir queriendo enfrentarlas sola, a las mías, a las suyas, a todas. Porque eso es lo que mejor me sale: luchar. Luchar a morir por la persona que amo. Pero ahora tengo quien me calma y cuida cuando el mundo me pasa por encima. Ya no estoy sola. Ya no me siento sola.
  Encontré eso que venía deseando hacía tantos años, un compañero. ()



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