Hay un tiempo en él que te preguntás: ¿voy a llegar? ¿a donde voy? ¿que estoy haciendo?
Y esas preguntas son una mierda, pero necesarias. Como con todo lo malo: lamentablemente es necesario. Porque conocemos por contraste. Sabemos qué es el calor, porque sufrimos en algún momento el frío.
Por eso nunca me quejé de mis quilombos. Los necesito para crecer. Siempre intenté transitar mis tormentas con buena actitud y abierta a los cambios. Porque los quilombos siempre traen eso, cambios. Por eso asustan tanto, porque el mundo entero se te da vuelta y empieza a temblar. Y fácil no es. Te caes, te desgarrás, sangrás y deseas nunca haber llegado a sentir. Deseas apagarlo todo. Que los sentimientos se esfumen para siempre. Pero sin tristeza no sabríamos qué es la felicidad. Y ahí entendés todo.
Te das cuenta que morir puede (y tiene) que significar renacer. Te das cuenta que una fuerte sacudida no es el fin del mundo, sino el inicio de uno nuevo. Uno mejor, porque ya no sos el mismo. Porque el dolor te marcó y aprendiste. Creciste.
Esto es para vos que todavia estas en el medio de la tormenta: esto va a pasar. Te juro que sí. Y un día te vas a despertar agradeciendo que todo haya pasado así. Vas a agradecer el dolor que te permitió saber lo que vale la felicidad. Y ese día vas a entender a que me refería cuando decía que merecias más.
[TODO (siempre) VA A ESTAR BIEN]
Porque gracias al cielo siempre amanece después de la noche oscura. Siempre hay un nuevo día. Una nueva vida. Una nueva vos que renace de las cenizas más fuerte que antes.
martes, 27 de febrero de 2018
Para Agus
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