Como la torta que en apariencia parece deliciosa, pero en realidad contiene sal en vez de azúcar. Como el día soleado de Invierno que te invita a salir, hasta que caes en la cuenta de que hace demasiado frío. Como el agua caliente cuando tenés demasiada sed. Como la comida que odias cuando tenés muchísima hambre. Así se siente mi vida. Como algo perfecto de lo que no soy capaz de disfrutar.
Siempre me costó relajarme y ser feliz, pero justo ahora me parece demasiado. La mayoría de los momentos agradables que vivo desencadenan sin remedio en un llanto desgarrador que no puedo explicarme ni a mi misma. ¿Tristeza? No estoy segura.
No sé que es lo que me pasa adentro, y eso me angustia todavía más. No sé que hacer para sentirme mejor. No es tristeza absoluta, ni tampoco felicidad plena. No es ni una cosa ni la otra. Mi vida es una mezcla extraña de momentos felices que no me permito disfrutar completamente. Como si fuera el castigo, la cuota que tengo que pagar: después de un instante feliz, al menos 10 minutos de llanto.
Ni siquiera lo puedo controlar, y creo que se trata de que ser feliz me da muchísima culpa. Ponerme primero me hace sentir como la persona más cruel del universo. Ponerme primero en mi cabeza equivale a destruir a ese otro que me necesita.
Me gustaría poder cortar de raíz este sentimiento. Me gustaría poder arrancarme lo que siento cada vez que pienso que puede que me necesite y no estoy ahí para él. Me gustaría no sentirme tan responsable por su dolor, pero dediqué dos años de mi vida a intentar ahorrárselo y ahora no estoy ahí para seguir haciéndolo. Me alejé para empezar a ahorrarme dolor a mi misma, y la culpa solo está logrando que ese dolor sea todavía peor.
¿Cuando se va a terminar esta pesadilla? Me quiero despertar.
O perder la memoria. Olvidarme hasta de quien soy. Olvidar el dolor. Olvidar todo.
Olvidarlo. Dejar de sentirme responsable. Dejar de castigarme por ser feliz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario