martes, 27 de febrero de 2018

Para Agus

Hay un tiempo en él que te preguntás: ¿voy a llegar? ¿a donde voy? ¿que estoy haciendo?
  Y esas preguntas son una mierda, pero necesarias. Como con todo lo malo: lamentablemente es necesario. Porque conocemos por contraste. Sabemos qué es el calor, porque sufrimos en algún momento el frío.
  Por eso nunca me quejé de mis quilombos. Los necesito para crecer. Siempre intenté transitar mis tormentas con buena actitud y abierta a los cambios. Porque los quilombos siempre traen eso, cambios. Por eso asustan tanto, porque el mundo entero se te da vuelta y empieza a temblar. Y fácil no es. Te caes, te desgarrás, sangrás y deseas nunca haber llegado a sentir. Deseas apagarlo todo. Que los sentimientos se esfumen para siempre. Pero sin tristeza no sabríamos qué es la felicidad. Y ahí entendés todo.
  Te das cuenta que morir puede (y tiene) que significar renacer. Te das cuenta que una fuerte sacudida no es el fin del mundo, sino el inicio de uno nuevo. Uno mejor, porque ya no sos el mismo. Porque el dolor te marcó y aprendiste. Creciste.
  Esto es para vos que todavia estas en el medio de la tormenta: esto va a pasar. Te juro que sí. Y un día te vas a despertar agradeciendo que todo haya pasado así. Vas a agradecer el dolor que te permitió saber lo que vale la felicidad. Y ese día vas a entender a que me refería cuando decía que merecias más.
  [TODO (siempre) VA A ESTAR BIEN]
  Porque gracias al cielo siempre amanece después de la noche oscura. Siempre hay un nuevo día. Una nueva vida. Una nueva vos que renace de las cenizas más fuerte que antes.

lunes, 19 de febrero de 2018

calambres en el alma

Tomar una cerveza (o dos). Reír a carcajadas. Caminar por ahí a las tres de la tarde o a las tres de la mañana. Mirar una película, o no mirarla y comernos a besos. Abrazarnos en la calle, la vereda, la cama. A la luz del sol o en la oscuridad.
  Cenar en un restauran, en un barcito mas o menos o comer arroz en el medio del campo. Vernos días completos o 10 minutos. Charlar de cosas insignificantes, o colgarnos en flashes filosóficos interminables. Discutir por estupideces, por cosas sin sentido, por ver quien tiene razón. Y reirnos de los resultados.
  Coger hasta hartarnos. A la mañana, a la tarde, a la noche. En cama, el baño, el piso. Dormir muy apretados, muy abrazados, o muy lejos por el calor. De buen o mal humor, cuando no quiero que nadie me hable, cuando me queres matar por mis malas contestaciones.
  Para una guerra de cosquillas o un abrazo que seque lagrimas. Para todo.
 
  Giro la cabeza y te veo sentado al lado mio en el kiosco. Venís a el que seguro es el lugar más caluroso y aburrido de la ciudad. Y venis igual. Mis horas de trabajo de repente se vuelven más livianas, más rápidas, más llevaderas. Giro a mirarte y agradezco al cielo en mis adentros. Agradezco haberte encontrado, y que me encontraras. Lo agradezco a cada rato. Todos los días. Cada vez que te veo sonreír. Cada vez que caigo en la cuenta de que te tengo para todo. Y que me tenes de igual manera.
 No importa si es para reírnos o llorar. Si es para charlar horas o solo quedarnos en silencio.
Quiero compartirlo todo. Incluirte en cada plan, en cada momento, en cada cosa de mi vida. Quiero que seas parte de todo mi mundo.
  Sentir que no necesito más. Sentir que es para siempre aunque pueda fallar. Sentir que cuento con vos para todo, sea bueno o malo, es lo mejor que puedo llegar a sentir.
 

jueves, 15 de febrero de 2018

Estupidez

  Me gusta molestarte.
  Te molesto diciendo que sos demasiado cursi y disfruto de ver cómo te indignas. Me decis que soy mala. Soreta, fría, témpano de hielo.
   Me río a carcajadas haciendo chistes de que no vamos a durar mucho. Que no me duran las relaciones. Que en un rato me aburro.
    Me divierte la cara que pones cuando te digo denso, pesado, intenso. Cuando me abrazas fuerte y te digo "salí que hace calor".
   Es muy divertido cuando me amenazas diciendo que no me vas a decir más cosas lindas y al rato me bañas en dulce de leche empalagoso otra vez.
   Es divertido porque sos mi opuesto totalmente y resulta que más que un corazón helado tengo uno que lo razona todo y para decir cosas lindas necesita lápiz y papel. O una compu y un blog.
    Adoro escribir. Y adoro escribir(te). Me gusta poner los sentimientos en palabras porque me ayuda a entenderlos. Y sí, ya se que no hay que entender sino que sentir, pero no se puede ir contra uno mismo, no?
    Amo tu cursilería. Que me empalagues y dejes sin oxígeno en un abrazo (aunque nos quedemos pegados por el calor). Amo que me digas cosas lindas, y te amo a vos. Pero si no es a través de palabras todas juntas en una carta no me sale demostrarlo.
   Lo bueno es que tenes muchos puntos a favor. Porque resulta que cuando me río mucho con alguien no quiero irme de al lado suyo nunca.
   Me divierto molestandote porque responder a tu cursileria con algo tierno me pone un poco incómoda, en terreno no explorado donde no sé como actuar ni que decir. Prefiero reír. Eso siempre se me dio fácil. Molestarte y reirme, cortar con la dulzura para guardarmela adentro junto con todas las otras cosas lindas que siempre me decis y que tan bien me hacen. 
    No dejes nunca de decirme cosas lindas. Yo te prometo que nunca voy a dejar de molestarte. (Porque resulta que molestar es mi forma de reir. Y para mi la risa es lo más parecido al amor que existe.)

martes, 13 de febrero de 2018

+

  Hace unos siete meses yo escribia en este mismo blog que mi vida no era ni una cosa, ni la otra. Que me sentía a la mitad, que hacía rato nada era completo. Hace siete meses nunca me hubiera imaginado que hoy escribiría lo que pretendo.
  Siempre fui fiel creyente de las buenas razones. Cada vez que necesito hacer algo o simplemente tengo que hacerlo me pregunto si tengo una buena razón para llevarlo a cabo. Quedarme, irme, saltar o arriesgar, todo necesita una buena razón que lo sustente, una que haga que no pese y se vuelva algo que no me importe soportar.
   Y acá está la disyuntiva: ya no encuentro buenas razones.
   Si me cuesta escribirlo, no me imagino tener que decirlo en voz alta. Y es que necesité mucho valor para dejar de negar lo evidente y hacerme cargo de que ya no siento lo mismo que antes. Que no quiero las mismas cosas, y que mis buenas razones cambiaron de dirección.
   Me sigo sintiendo a la mitad de algo, pero esta vez no por no poder decidirme por uno de los lados, sino porque una parte de mí quiere correr y la otra me retiene para que me quede sentada. 
¿Existe algo que pese y moleste más que la culpa?
  Hay un lazo en mi vida que no me atrevo a cortar, pero que ya no tengo buenas razones para sostener. ¿Entonces? ¿Cómo se hace? ¿Cómo hago para explicarle a mi parte honrada que no somos las malas por elegirnos primero? Por ponernos por delante y decir fuerte y firme hasta acá.
  Estar lejos ya no me lastima, y estar cerca se volvió un tanto… difícil. ¿Desde cuando? Si estar cerca era lo más sencillo, simple y placentero. Desde que perdí mis buenas razones para quedarme, supongo. Estar cerca me genera esa incomodidad de alguien que te pide a gritos amor cuando solo estas dispuesto a ofrecer una amistad. ¿Cómo se lo explico? ¿Cómo le digo que ya no es mutuo? ¿Cómo hago para dejar de sentirme mal por decir lo real? Lo que siento, lo que me pasa, lo que intento reprimir para no dañar y por tanto me lastima a mi. No estoy segura de cuando fue que todo cambió tanto, pero ya no puedo seguir haciéndome la tonta nunca más.
   No sé como hacer para alejarme sin sentirme mal, pero quedarme es mentir. Mentirme. Mentirle. Y dañarnos todavía más. Yo por la culpa que me da haberme enamorado de alguien más, él por seguir firme alimentando esperanzas de algo que no va a volver.
   Ya no sé que tan buena idea es seguir estando ahí para él, si ya no puedo ofrecer lo que quiere. Si lo lastimo cada vez que lo reclama y respondo no. Creo que aunque pueda parecer duro al principio quizá lo mejor sea soltarnos de una buena vez.
  No quiero seguir lastimándome, fingiendo, pensando en irme cuando recién llegué.
  No quiero seguir lastimándolo cada vez que le respondo “amigos” cuando pregunta qué somos.

  Y no debería pedir perdón por ser feliz, pero de todas formas espero que algún día pueda perdonarme. Espero algún día no sentirme mal por ponerme primero y elegir lo que me hace bien. Bien de verdad. 

sábado, 10 de febrero de 2018

  A veces me cuesta dormir. Bueno en realidad siempre me cuesta dormir, pero hay noches en las que directamente no lo logro. Dar vueltas hasta consiliar el sueño es molesto, pero despertarte al otro día con dolor de cabeza porque tu cerebro decidió no descansar pese a estar dormido, es mucho peor.
  Ayer hacía tres noches que no dormía. Adjuntaría a esta entrada la foto que me saqué, pero la cara de loca psiquiátrica prefiero reservarla para los pocos conocidos que no se asustan al verla. La cabeza se me partía en dos para cuando llegamos a su casa. Ya hasta me molestaba la luz en los ojos, y tenía nauseas. Quien haya sufrido migrañas va a entender de lo que hablo. Pero él había querido ir tantas veces a esa cervecería que... "me acuesto un ratito y se me pasa".
  Realmente quería que se me pasara. Cerré los ojos y respiré pausado. Apareció con un ibupirac y un vaso de agua. "Estás pálida, no vamos nada. Nos quedamos". 
   Ya se me pasa. Ya se me pasa. Ya se me pasa. Por favor que se me pase.
   Cerré los ojos otra vez. Y escuché los diálogos de una peli que hacía mucho tenía ganas de ver. Los abrí de golpe. "Esa es 27 bodas, ¿la viste ya?", "No, la puse porque te gusta". De no haberme sentido tan mal hubiera saltado de alegría. Cerré los ojos otra vez y se acostó al lado mío. Me acarició el pelo, y me quedé dormida pensando en que nunca nadie me había cuidado tanto. Las caricias (o el ibupirac) hicieron efecto, y para cuando me desperté unos 20 minutos después, parecía nunca haber existido el dolor.
  Así me hace sentir Jero, como si nunca hubiera sufrido en mi vida. Como si todo lo que pasé antes fuera tan lejano que a penas puedo verlo. Como si el dolor pasado, presente y futuro, no existiera. Mientras él está cerca me siento como si nada pudiera salir mal.
   Fuimos a tomar cerveza, comer pizza y reírnos a carcajadas. Y se sintió tan bien. Volvimos, y por fín después de tres noches pude dormir. Descansé tranquila y relajada. Y el quilombo de miedos y dudas que no dejaba a mi cerebro en paz hacía tres noches, desapareció una vez que Jero me abrazó y me dio un beso en la frente. Todos los desastres desaparecen cuando él está cerca.
  Ojalá todos algún día encuentren en alguien todo lo que yo encontré. Todo lo que veo, todo lo que siento, todo lo feliz que soy.
   Ya no me asustan las tormentas, porque resulta que tengo con quién enfrentarlas. O no, porque conociéndome voy a seguir queriendo enfrentarlas sola, a las mías, a las suyas, a todas. Porque eso es lo que mejor me sale: luchar. Luchar a morir por la persona que amo. Pero ahora tengo quien me calma y cuida cuando el mundo me pasa por encima. Ya no estoy sola. Ya no me siento sola.
  Encontré eso que venía deseando hacía tantos años, un compañero. ()



viernes, 9 de febrero de 2018

Y mi café favorito siempre va a ser el de tus ojos

  No me puedo dormir, el insomnio me atacó por la espalda. O no, en realidad es pura ansiedad. Hace por lo menos 3 dias que dormir es lo mismo que estar conectada a 220. No puedo calmar mis nervios. Es que cuando esperas algo por tanto tiempo, es imposible quedarse calmada.
  Me cuesta un poco expresarme cuando se trata de buenos sentimientos. De puros, sinceros. De los que no duelen. Porque cuando algo duele en el arrebato de querer sacarlo todo afuera, las palabras hacen de canal.
  El problema es que esto que siento no me lo quiero sacar. Ni perder, ni dejar. Lo quiero tener para siempre conmigo. Quiero sentirme así por mucho tiempo más.
  ¿Alguna vez sintieron la certeza del amor? Certeza quiere decir algo así como verdad. Una certeza es algo cierto, seguro, verdadero. La certeza del amor.
  Se me caen las lágrimas y no estoy llorando. O sí, pero de felicidad. De la felicidad que me da haberme cruzado con alguien que me hace tanto bien. Que me ama y cuida, y para el que soy tan importante. Resulta que soy la persona menos demostrativa del mundo pero de no serlo me pasaria la vida pegada a él. Sentada sobre sus piernas acariciandole el pelo. Aunque estuviéramos rodeados de un millón de personas. Aunque todos estuvieran mirando. Si yo dejara de lado el frío y el hielo, le daria un beso cada vez que respira. Y le diría te amo cada vez que sonríe. Le respondería con un abrazo apretado a cada pregunta. Y con mil caricias cuando no haya respuesta.
  Le daría todo lo que tengo, y lo que no lo conseguiría. Haria lo que sea por verlo feliz. Porque verlo feliz me hace feliz. Porque solo tenerlo cerca me hace feliz. Charlando de todo, de nada, de estupideces sin sentido. Peleando, abrazados o a mil kilómetros diciéndonos "te extraño".
  Lo amo tanto que a veces creo que me va a explotar el pecho solo para que pueda entrar más amor. Así me siento, llena de amor. Del bueno. Y es hermoso.
   Si yo fuera más demostrativa y menos orgullosa, estoy segura de que no me alcanzaría el tiempo para hacer otra cosa que no fuera estar pegados. Porque hay personas intensas para afuera y otras que lo somos para adentro. Y cada dia me cuesta más dominar lo que siento para no salir corriendo cada vez que lo veo llegar.
  Puede que algún dia me gane el sentir y me vuelva la más densa del mundo. Algún dia voy a ser capaz de expresar lo que siento por otro medio que no sean las palabras. Pero por ahora, te escribo. Y te amo. (Siempre te amo)

lunes, 5 de febrero de 2018

tic tac (escrito el 05/02/18)

¿Cuantas buenas razones se necesitan para romper en llanto?
A mi con no saber lo que quiero me alcanza.
Tuve un día de mierda, sin ofender a la mierda que es bastante mejor de lo que fue mi día. Últimamente me siento enredada en un limbo del que no logro salir porque todo gira muy rápido.
 Una mitad del tiempo tengo ganas de destrozar cosas, la otra de llorar. Y como no hago ninguna de las dos termino encerrada en mí. En mi casa, en mi cama, en una serie que logre distraer a mi cerebro por un rato.
  Hoy empecé una nueva, y ya voy por la mitad. Porque sueño como para dormir no tengo, y necesito encontrar algo que me distraiga hasta que no pueda más y necesite descansar. Cosa que en realidad no hago hace días porque hasta cuando duermo mi cerebro parece estar a mil. Y me levanto mareada y contracturada. ¿Y sabes cual es la peor de las torturas? No tengo ni idea de cual es el problema. Si lo supiera, y si maquinara sobre eso… por lo menos sabría por donde empezar a resolver, ¿no? Pero ni siquiera cuento con esa suerte.
   Tengo la inteligencia emocional de un nene de 5 años. Y eso es ofender a los nenes de 5 años.
  No se llorar, no logro expresarme y cuando lo hago, la cago. Siempre la cago. Cuando quiero lograr contención, recibo portazos. Gritos, quilombo y enojos. Termino por sentirme una idiota, así que renuncio a las demostraciones y me quedo callada en mi limbo. Porque prefiero enredarme sola antes que recibir todo eso de los de afuera.
  Duele bastante cuando te esforzas por comprender a todo el mundo pero nadie de esos a los que recurris lo hace por vos.
 (O sí, resulta que hay una sola persona que lo logra. Que no me juzga ni se enoja, y que me banca. Debe ser que nos entendemos en el quilombo de sentir mucho y decir poco. Y vivo diciéndole desquiciada. Já)
  Hace días que no sé ni lo que siento, ni lo que quiero, ni a donde pretendo llegar. No como, no duermo, y no tengo idea de como sobrevivo sin prender fuego todo a mi alrededor, pero es lo que siempre hago. Y ya me acostumbre. Porque el quilombo en realidad soy yo. Soy una bomba de tiempo haciendo tic tac, amenazando con volar todo en pedazos en un segundo.
  Soy destructiva. Rompo todo lo que toco, porque la que está rota soy yo.
  Sé que va a desear no haberme conocido. Va a rogar con cada centímetro de su piel que yo nunca hubiera aparecido, porque soy un infierno. Y el tiempo va a darme la razón.
  ¿Alguna vez tuviste ganas de morirte? Pero ganas en serio. Nunca se lo dije a nadie pero yo fantaseo con mi muerte desde aquel día. En un choque, ahogándome, con un disparo en medio de un robo.
   Los días que estoy más positiva fantaseo con perder la memoria. Olvidarme de todo. Y me alivio el alma por un rato imaginando lo hermoso que sería perder el peso del dolor que llevo. Me imagino despertando en un hospital sin saber quien soy, y empezando una vida nueva. Una en la que no estuviera tan jodida. Estoy jodida. Para siempre. Se me jodió la vida para siempre.
  Por eso había apagado los sentimientos. A veces el dolor es tanto que solo deseas que se detenga, que lo apaguen, que bajen el maldito interruptor. A veces solo deseo dejar de sentir. Desaparecer. Fugarme hasta de mí.
  A veces fantaseo con que estoy bien. Y sonrío. Y se lo hago creer a los demás. Tanto, que hasta me lo creo yo misma. Y ando por ahí reprimiendo inconscientemente las ganas de llorar. Hasta que llega una noche como la de hoy y todo sale a chorros. Y ya no hay tiempo para detenerlo. Todo eso que estuve aguantando sale libre y destruye todo a su paso.
  No esta bien, pero no sé hacerlo de otra manera. Por eso es que estoy jodida para siempre, porque esto nunca va a sanar. Y yo siempre voy a sentir en el fondo de mí estas ganas de morirme. Morirme para que deje de doler. Para que se baje el interruptor. Por dios, alguien que lo baje. No puedo más. No doy más. No quiero fingir más.
  Voy a estar jodida para siempre y por eso siempre prefiero arreglármelas sola. Tener a alguien muy cerca puede significar que termine igual de roto que yo. Y no puedo darme ese lujo.
  ¿Algún día voy a ser mejor que esto?

Pedacito de amor delirante

  Tengo novio.
  Y no sos vos.
  Y no te imaginas lo que duele.
  Me duele ser feliz.
  Me duele aceptar que me enamoré. Que me enamoré de alguien que no sos vos.
  Que me encantan sus abrazos, y que me río a carcajadas. Que soy feliz la puta madre, soy feliz al lado suyo. Y me duele. Me da culpa. Me da ganas de tirar todo al carajo porque no dejo de sentir que te estoy fallando. Que me convertí en todo eso que prometí nunca iba a ser.
   No puedo dejar de sentir que te abandoné. Que te estoy dejando solo. Yo, la que te prometió nunca dejarte solo. Ni a sol ni a sombra.
   Pero te amo, de eso estoy segura. Sos de esos amores que nunca mueren, que siempre quedan vivos en algún lugar. Porque nos unen muchas cosas. Porque podríamos haber sido cualquier pareja de adolescentes pero resulta que la vida se cruzó en el medio, y nos convirtió en mucho más que eso. Nos une el dolor, ese que vivimos y sufrimos juntos. Vi lo peor de vos, y me ayudaste a ver lo peor de mí. Y por más de que odie tus manías, y no soportes mis caprichos siempre vamos a ser un buen equipo. Si se trata de pelearla a morir, somos invencibles. Codo a codo. Uno por uno. Te sostengo, me enderezas. Puede que nos cueste un poco convivir, pero si llegué a entenderte solo con una mirada tan mal no nos iba.
  Me duele lo que te pasó. Me duele no habérmela bancado. Perdón, sé que te hubiera gustado seguir intentándolo juntos. Y la realidad es que en este tiempo lejos entendí que capaz así tenían que ser las cosas. Que hicimos hasta donde pudimos. (Hice hasta donde pude).
   Siempre vas a ser mi favorito. Lograbas ponerme los pelos de punta, pero también eras lo único que me calmaba cuando el mundo entero ardía en llamas.
   Fuiste mi fuerza y fui la tuya. Y siempre se trató de lucharla. Por eso me duele tanto todo. El cuerpo pasa factura cuando cargas con tanto peso. Sólo quería alivianarte el paso. Quería cargar con todo para que sólo tuvieras que preocuparte en recuperarte. Y fallé.
  Me duele ser feliz lejos tuyo porque aquel día en esa terapia intensiva te prometí que ibas a volver a ser feliz. No me importaba que recuperaras el habla, o que pudieras caminar, o cualquier cosa. O sí, si me importaba pero me parecía mucho más importante que fueras feliz. Que volvieras a sonreír. Y cuando las lagrimas se me empezaron a caer, me apretaste la mano y sonreíste.
  Sos la persona que más amé en el mundo. Y cuando el dolor por fin desaparezca espero poder verte a los ojos otra vez y no sentirme tan desecha. Espero cruzarte un día por casualidad y que me cuentes que tu vida es hermosa, y está llena de cosas buenas.
   Espero que hagas uso de esa valentía que tanto admiré siempre de vos, y te comas el mundo.
   Sólo espero que seas feliz a pesar del dolor que nos tocó, porque es lo que yo intento todos los días.


Soy una mujer en el mundo que hizo todo lo que pudo. 
No te olvides ni un segundo que eres lo que más eh querido. 
En la vida lo que más eh querido.