viernes, 8 de mayo de 2020


  ¿Cómo podés, aún hoy, creer que sos la víctima de la situación?

    Cuando todo terminó (o empezó, dependiendo de cómo se mire) yo creí que era mi culpa. Que todo era mi culpa. Que si estábamos donde estábamos era porque yo misma nos había puesto allí. Que me había obsesionado por motus propio, que me había llevado a mi misma a esos extremos de los que ya no sabía cómo retornar. 
  Me sentí enferma, me sentí chota, me sentí obsesionada y tóxica. Me sentí muy mal conmigo misma. Les pregunté incansablemente a mis amigas si creían que era una mala persona. Me sentí una mala persona. Sentí que todo era mi culpa, lloré como si todo fuera mi culpa. Y tuve a Sabri diciéndome incansablemente también: ¿por qué te culpas tanto? ¿Qué fue lo que hiciste?
  Tardé 3 meses en contarles lo que realmente había sucedido, lo que yo había hecho. Lo hice con una mezcla de sentimientos tan grandes que aún no sé de donde saqué el valor. Y contrario a lo que yo creía, ellas no me juzgaron porque era yo la que me estaba juzgando. Me costó meses darme cuenta que no todo era mi culpa, y que a los extremos posiblemente habíamos llegado juntos, que era un poco de culpa de ambos.
  Anduve, caminé, transité mis procesos. Estos meses, este tiempo, este camino. Me detuve, avancé, retrocedí. Me sentí bien, me sentí mal, me sentí en paz y también, a veces, llena de furia. Me costó darme cuenta que no quería volver a verlo, tuvo que romperme el corazón. Tuvo que partirme en mil pedazos (todavía más de lo que ya había hecho esa noche en ese auto).
   Seguí, procuré seguir. Me encontré conmigo. Me abracé, me mimé, me quise otra vez. Me descubrí en mí. Me propuse perdonarme los errores cometidos, aprender de ellos, saber que sucedieron para ser mejor. Y con tanto amor por mí misma, mi cabeza empezó a ver los mismos recuerdos de antes, desde un nuevo ángulo. Y para mi fortuna, mi ruina, mi alegría y mi llanto, descubrí que yo no era una persona mala, sino una persona manipulada. Y que en todo ese tiempo, fue él quien me llevó a los extremos, quien me llenó de mierda e inseguridad, y quien después me culpó por sentirla y actuar en consecuencia. Fue él quien me hizo sentir mala, enferma, tóxica, pero en realidad sólo estaba viéndose en el espejo, ese que refleja su propio interior. 
   Yo era su espejo, en mí depositó todo lo que nunca supo resolver por sí mismo. Fui su bolsa de boxeo. Atacarme a mí era más sencillo. Culparme a mí era más sencillo.
  Y hoy, después de cuatro meses, cada tanto aún encuentro alguna mentira que tenía guardada, oculta para que yo no vea. Aún descubro partes de él que me hicieron mierda. Aún desbloqueo recuerdos dolorosos que viví sin dimensionar su dolor. Pero eso significa que sigo creciendo, que sigo viva y que a pesar de que pudo malherirme muchísimo, no llegó a dejarme sin ganas de vivir.
 Gracias, no sabés todo lo que me enseñaste.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario