¿Cómo podés, aún hoy, creer que sos la víctima de la situación?
Cuando todo
terminó (o empezó, dependiendo de cómo se mire) yo creí que era mi culpa. Que
todo era mi culpa. Que si estábamos donde estábamos era porque yo misma nos
había puesto allí. Que me había obsesionado por motus propio, que me había llevado a mi misma a esos extremos de los que ya no sabía cómo retornar.
Me sentí enferma, me
sentí chota, me sentí obsesionada y tóxica. Me sentí muy mal conmigo misma. Les
pregunté incansablemente a mis amigas si creían que era una mala persona. Me sentí una
mala persona. Sentí que todo era mi culpa, lloré como si todo fuera mi culpa. Y
tuve a Sabri diciéndome incansablemente también: ¿por qué te culpas tanto? ¿Qué fue lo que hiciste?
Tardé 3 meses en
contarles lo que realmente había sucedido, lo que yo había hecho. Lo hice con
una mezcla de sentimientos tan grandes que aún no sé de donde saqué el valor. Y
contrario a lo que yo creía, ellas no me juzgaron porque era yo la que me
estaba juzgando. Me costó meses darme cuenta que no todo era mi culpa, y que a los
extremos posiblemente habíamos llegado juntos, que era un poco de culpa de
ambos.
Anduve, caminé,
transité mis procesos. Estos meses, este tiempo, este camino. Me detuve,
avancé, retrocedí. Me sentí bien, me sentí mal, me sentí en paz y también, a
veces, llena de furia. Me costó darme cuenta que no quería volver a verlo,
tuvo que romperme el corazón. Tuvo que partirme en mil pedazos (todavía
más de lo que ya había hecho esa noche en ese auto).
Seguí, procuré
seguir. Me encontré conmigo. Me abracé, me mimé, me quise otra vez. Me descubrí
en mí. Me propuse perdonarme los errores cometidos, aprender de ellos, saber
que sucedieron para ser mejor. Y con tanto amor por mí misma, mi cabeza empezó
a ver los mismos recuerdos de antes, desde un nuevo ángulo. Y para mi fortuna,
mi ruina, mi alegría y mi llanto, descubrí que yo no era una persona mala, sino una
persona manipulada. Y que en todo ese tiempo, fue él quien me llevó a los
extremos, quien me llenó de mierda e inseguridad, y quien después me culpó por
sentirla y actuar en consecuencia. Fue él quien me hizo sentir mala,
enferma, tóxica, pero en realidad sólo estaba viéndose en el espejo, ese que
refleja su propio interior.
Yo era su espejo, en mí depositó todo lo que
nunca supo resolver por sí mismo. Fui su bolsa de boxeo. Atacarme a mí era
más sencillo. Culparme a mí era más sencillo.
Y hoy, después de
cuatro meses, cada tanto aún encuentro alguna mentira que tenía guardada, oculta para que yo no vea. Aún descubro
partes de él que me hicieron mierda. Aún desbloqueo recuerdos dolorosos que
viví sin dimensionar su dolor. Pero eso significa que sigo creciendo, que sigo
viva y que a pesar de que pudo malherirme muchísimo, no llegó a dejarme
sin ganas de vivir.
Gracias, no sabés
todo lo que me enseñaste.