jueves, 16 de abril de 2020

Es extraño porque no me acuerdo como llegue hasta allí, pero estoy encima de un montón de sillas, apiladas una sobre otra. Estoy muy alto, tanto como si mirara desde el balcón de un cuarto piso. Estoy sentada pero quiero bajarme, no me siento cómoda. Lo que siento no es exactamente miedo, pero se le parece. Él está a mi lado, me dice que lo haga, que me tire. Desconfío de él, y de lo que me dice pero igual quedarme sentada tampoco se siente bien. Saltar me parece peligroso pero mejor opción que quedarme allí. Él sigue insistiendo "saltá, dale". Lo dice como si me estuviera desafiando, como diciendo "Dale, si tan incómoda estás acá ¿por qué no saltas?"
Le hago caso, y salto. Un poco porque no estoy cómoda donde estoy, otro poco porque quiero demostrarle que sí tengo el valor. La caída sucede demasiado rápido, cuando choco contra el suelo la cabeza me duele tremendamente, junto con el hombro y el codo derecho. Después de eso llegan médicos a curarme. Me abrí la cabeza en 2, y sangro mucho. Dicen que tienen que pelarme y coserme ahí mismo, sin anestesia. Y lo hacen. El dolor es insoportable. Pero no tanto como el de mi brazo que está fracturado, y no sé bien cómo, quemado. Tengo quemaduras de primer grado que me arden terriblemente. Por dentro pienso que el dolor es tanto que prefiero morir, que no quiero hacer un esfuerzo por recuperarme. Pienso en que ojalá me dejen ahí sola, que ya no sirvo y no tiene sentido hacer el intento. Pero antes de que pueda darme cuenta terminaron su trabajo. Tengo la cabeza vendada y un yeso. Ya no siento dolor. El sueño avanza y en cuestión de 2 segundos me siento como nueva otra vez.

  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario