viernes, 17 de abril de 2020

Clearing the air, I breathed in the smoke

  Hace varios años vi una película que se llama "el eterno resplandor de una mente sin recuerdos". Me acuerdo bien que la vi en lo de Franco, cuando él vivía con su mamá. Era una juntada con Sabri, Cristian, Alejo y creo que también estaba Joaco. Preguntaron “¿qué quieren ver?” y alguien la sugirió.
  Recuerdo estar sentada en ese sillón sin entender casi nada de lo que sucedía. No sé si no le presté la atención suficiente porque no me interesaba o si realmente esa película no era para mí en ese momento, pero para los años que siguieron me quedó la sensación de que algún día debería volver a verla para poder entender todo lo que en ese tiempo no pude. Quizá viéndola sola, sin que los chistes de Alejo me interrumpan, iba a poder sacar de ella algo más que un montón de incoherencias e imágenes inconexas.
  En enero él me dejó y con la idea de querer arrancarlo de mi memoria llegó el recuerdo de esa película. ¿Cómo sería borrar a alguien para siempre? No me atreví a verla, creí que iba a entristecerme demasiado, creí que iba a tocar fibras de mí que no estaba preparada para afrontar. Tres meses pasaron, entre ese día y el presente. Ayer me sentí tan perdida que lloré. No lo extraño, pero tampoco lo ignoro. Me encantaría que no provocara nada en mí en lo absoluto, pero sería tonto pensar que eso es verdad. Aún tiene algún tipo de poder sobre mí. Sé que no volvería con él pero en algún lugar de mi ser todavía guardo sentimientos que le pertenecen. Sentimientos que no decido si son buenos o malos, si son agradables o sumamente tóxicos. No lo odio, pero tampoco lo amo. Estoy en un intermedio extraño en el que no comprendo casi nada. Estaba tan enamorada, y me decepcionó tanto que todo ese amor se vio estropeado para siempre.
 Bingo, encontré mi respuesta. Ya lo entendí. Lo amaba con todo mí ser pero se volvió alguien que desconozco. Lo amaba tanto que me perdí a mí por no perderlo. Y aun así logró decepcionarme lo suficiente como para que hoy, pese al amor que le tengo, no pueda ni siquiera mirarlo a los ojos.
  Pensé que esa película iba a destrozarme porque el protagonista se da cuenta en el medio del proceso de borrado, que quiere conservar sus recuerdos. Que pese a estar triste, esos recuerdos en algún momento lo hicieron feliz. Y la trama da un giro extraño en el que ambos olvidaron que se conocen gracias al procedimiento, pero vuelven a encontrarse y la historia vuelve a comenzar, vuelven a enamorarse porque le amor es más fuerte. Creí que eso iba a destrozarme porque es la idea de amor romántico, de amor fuerte e intenso que aunque quiera ser borrado vuelve a aparecer. La idea de destino, de un sentimiento tan fuerte que ni el olvido puede con él. Y me equivoqué, no me destrozó sino todo lo contrario. Parece que eso que durante todo el día de ayer me persiguió y atormentó, gracias a esta película se aclaró.
  Nunca accedería a borrar mis recuerdos, pero no por querer conservarlo en ellos, sino porque son los recuerdos los que me permiten ver todo lo que fuimos. No porque nuestro amor sea fuerte e intenso, sino porque fue lo suficientemente débil como para provocarnos las heridas que hoy cargamos. El amor romántico ideal de este tipo de películas es el que nosotros tuvimos, y es por lejos de las peores cosas que me pasaron. Cuando miro hacia atrás me veo a mi misma totalmente atascada en un ideal que nunca va a concretarse, en un concepto de amor totalmente erróneo e infantil. Me veo a mi misma, esperando que en algún momento él abra los ojos y se de cuenta de que somos adultos y merecemos algo mejor que la idea de destino. El destino no existe, el amor intenso e imborrable tampoco. No somos almas gemelas, no vamos a superar lo que sea sólo por amarnos porque sólo con amor no alcanza. Porque si lo pienso mejor lo que siempre nos faltó a nosotros fue amor. Aceptación. Madurez.
  Esa película no me destrozó sino más bien me demostró lo que éramos y lo que ya nunca más quiero ser. Hoy deseo muchísimo ser sana, ser adulta, ser mejor. Y luego, cuando me sienta bien conmigo misma, cuando haya aprendido lo suficiente, cuando pueda verme y sentir orgullo, recién entonces quiero compartir mi vida con alguien. Necesito crecer, necesito demostrarme a mí misma que lo que pasé con él no fue en vano, que ya no voy a cometer los mismos errores, que todo valió la pena.
  No me gustaba quien era cuando estábamos juntos. Tan insegura, irritada, malhumorada. Tan pero tan demandante, dependiente, manipuladora. No me gustaba verme a mí misma fingiendo estar destrozada sólo para que me ame aún más. Llegué a sentir que si no lloraba, si no sufría, si él no veía que lo necesitaba, entonces no iba a amarme. Llegué a sentir que tenía que estar rota para no lastimarlo porque mientras estuviera rota iba a tener una razón, iba a sentirse útil por tener que ayudarme, protegerme, cuidarme. Porque cuando estaba segura, feliz, independiente y libre, él parecía asustarse. Se retrotraía, me reclamaba, creía que ya no lo amaba. Era tan inseguro y dependiente que terminé adoptando sus formas para no hacerlo sentir mal. No descansaba pensando en cómo hacer mi siguiente movimiento sin que le afectara demasiado.
  Pensé que debía cuidarlo para no destrozarlo. Acabé creyendo que destrozarme a mí misma lo mantendría completo y me perdí en el proceso. Y cuando se fue, me destrozó lo suficiente como para que viera que en realidad nunca estuve tan completa como ahora. Nunca me sentí tan libre, tan fuerte, tan independiente. Hoy puedo descansar realmente. Hoy siento que respiro.
  Se lo agradezco. Necesitaba perderme en él para comprender que merezco mucho más. Que merezco alguien que no se sienta atacado por mi seguridad, y que sólo voy a conocerlo cuando esté dispuesta a sobreponer lo que soy, cuando ponga primero y antes que nadie a mi propia esencia, cuando no necesite perderme para que alguien se quede.
  Cuando prefiera estar sola conmigo, antes que perdida y acompañada. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario