Hay amores fuego, amores tierra, amores aire, amores agua. Hay amores interminables aunque terminen. Hay amores que nunca empiezan aunque nunca lleguen a su fin.
Tuve muchos, y algunos dolieron. Tuve de esos aire volados que van y vienen, que no van a ningún lugar, con los que nunca se sabe, pero con los que te sentís libre. También tuve su contrario, con esos amores tierra que te ponen los pies en la tierra y te obligan a caminar, a reaccionar, a madurar. Pero que te encierran en su constancia. Es curioso, la tierra siempre me pareció aburrida. Quizá por su forma tan lisa y constante. Sin altibajos, sin cambios. Sin emociones fuertes.
Pero de todos, los peores fueron fuego. Es inquietante como siempre obedecen (y obedezco) a un mismo patrón. El fuego es calidez, es energía, es diversión, es intensidad pero si te acercas demasiado, te podes quemar. Tengo marcas por todo el cuerpo de esas quemaduras que deja el amor. La piel chamuscada es señal de que efectivamente me arriesgué a la montaña rusa de esos amores que te arrastran sin rumbo a todo eso que te puede destruir. Yo pensaba que eran los únicos, que no existía algo más hermoso y feroz. Que los amores para ser increíbles, tenían que ser destructivos. Que la destrucción total era el precio que pagabas por sentirte tan única previamente.
Entonces conocí un amor agua. Antes pensaba que era como la tierra, lo que lo volvía aburrido. Pero resulta que se parece más al fuego de lo que creía. Sufren de la misma intensidad, pero de forma distinta. Y digo sufren por que esos amores son tan sensibles que parece que solo conocen eso: sufrimiento. La diferencia es que mientras el fuego quema, el agua limpia. Sana, revitaliza. Y su único peligro es que posiblemente te deje sin oxígeno por querer cubrirte completo, por querer salvarte entero. Nunca pensé que alguien pudiera quererme más de lo que me quiero a mi misma, pero me equivoqué. Nunca pensé que alguien sería capaz de destruirse a si mismo con tal de mantenerme completa.
Supongo que todos somos el fuego de alguien, y el agua de algún otro. Todos alguna vez fuimos aire y pasamos solo una vez para traer vientos de cambio. Tal vez también fuimos tierra y dimos esa cacheta a tiempo que te vuelve a la realidad. Tal vez no solo somos algo, no siempre somos lo mismo, no siempre sentimos igual ni actuamos en consecuencia. Seguro somos dependiendo quien tenemos en frente.
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