No tenes idea lo duro que es estar al lado tuyo cuando el enojo te ciega y destruis todo a tu paso. Sé que no es tu intención, pero me herís a mi también. No me escuchas, no me prestas atención, nada de lo que yo intento logra sacarte de ese estado. Entonces me rindo, y dejo que hagas el destrozo que más tengas ganas, porque no sé cómo, no tengo herramientas para frenarte. Entonces, después de un rato, el huracán cesa y las lágrimas llegan. (Las tuyas, porque las mías ya estaban presentes hace rato). Y puede que tu enojo y tu infierno terminen ahí, pero el mío todavía sigue estando.
Ayer otra vez los celos te cegaron, y me lastimaste. Con cada momento de mierda que paso, me lastimas un poco más. Y lo peor es que esta vez siento que va más allá. Porque muchas veces antes en medio del quilombo pensé "no te quiero ver más". Ayer, en medio del enojo, también te lo grité. Pero eso no es lo peor, porque repito, muchas veces antes también lo hice. El problema es que hoy, una vez que el enojo y las lagrimas ya pasaron, lo sigo evaluando como una posibilidad.
Te amo, y no es algo que se me vaya a pasar en un rato. (Si hasta creo que no se me va a pasar nunca). Pero te juro que no puedo más contra vos. Porque así lo siento cada vez que te enojas, gritas y te cegas: siento que estoy luchando contra vos. Contra lo que sos, lo que siempre fuiste, lo que está en tu esencia. No puedo más, y creo que necesito un descanso, puede que sea un tiempo, o quizá más. Pero necesito parar. Poner un freno justo acá para no derrapar.
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