lunes, 6 de marzo de 2017

Razones

  Yo tenía una buena vida, una vida normal. Una de esas que el resto ve como feliz. La verdad es que no puedo asegurar que yo también la sintiera así, más que nada porque me gusta pensar que la felicidad es algo más que no sufrir.
  En aquel momento, yo no sufría. Y después de haber sufrido tanto por tanto tiempo, supongo que confundí el no sufrir, con ser feliz.
  Había empezado a estudiar lo que me gustaba, salía todos los fines de semana y tenia amigas fieles a la causa, con las que reír y escabiar era fácil. Me empezó a gustar la cerveza (gracias a dios) y el único problema era no saber que ropa me iba a poner. Me gustaba un idiota, uno de esos que no me daba mucho bola, y con el que peleaba cada fin de semana pero por el que no se me movía ni un pelo.
  No sufría. No lloraba. Casi que ni siquiera sentía. Y ese era el problema: no sentía nada. Ni bueno, ni malo. Nadie me interesaba lo suficiente como para involucrarme. Estaba tan vacía que salir y tomar en exceso era lo único que existía para mí.
  Y de un día para otro el universo completo se me puso patas para arriba.
  El día que lo conocí, yo era una idiota. Y es increíble como alguien que no era nada en mi vida, pudo llegar a hacerme sentir que volvía a ser yo. Me sentí otra vez plena como cuando tenía 10 años y era feliz jugando a la mancha. Me sentí como hacía mucho no me sentía. Y me dio tanto miedo.  Porque sentir implicaba ser feliz, pero también triste. Y enojada, y decepcionada. Sentir felicidad, abre la puerta al sufrimiento también.
  Y lo alejé. Una y mil veces. Lo empujaba lejos, esperando que se desapareciera, esperando que todos los sentimientos que venían con él también desaparecieran. Pero el que no se alejó fue él. Y cuanto se lo agradezco.
  Y que kilombo que es mi vida desde que llegó.
  Me dió vuelta todo. Se llevó todo lo malo, y trajo la primavera otra vez. Me hizo volver a creer. En él, en el amor, en las personas, en la vida, en la felicidad. Me hizo creer otra vez que cosas buenas podían pasarme. Que alguien bueno se iba a quedar al lado mio a cuidarme, después de todo. Me hizo creer que lo merezco. Que merezco todo.
  Y me hizo reír genuinamente otra vez. Me hizo reírme a carcajadas. Tan pero tan fuerte. Hizo que me doliera la panza. Y los pies, por sacarme a bailar toda la noche.
  Me hizo linda la vida. Conocerlo, me salvó de sentirme vacía.
  Y eso solo en tres semanas. (Já, no lo esperaban, no?)
¿Todavía siguen sin entender porqué es que lo sigo bancando y esperando, después de tanto? Si todavía no lo entienden, es porque sentirlo es mejor. (Y mejor que esto no se los puedo explicar)
  Me salvó de la miserable vida a la que me encaminaba. Y saben qué? Mi forma de agradecérselo, es regalarle cada segundo de esta nueva vida, esta nueva yo, a la que no le importa ir corriendo atrás de la tormenta. Porque ningún marinero se hizo experto en un mar en calma.

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