martes, 14 de marzo de 2017

Ladran Sancho

 Me duelen las criticas. Me duelen tanto que a veces no entiendo como es que sigo cuerda.
 Lo malo me pesa mucho. Me duele, me molesta, no me deja vivir en paz.
 Gato. Trola. Densa.
 Tengo alguien odiándome a sol y a sombra. Alguien que dedica su propia vida a hacer miserable la mía. ¿Y por qué? Porque queremos lo mismo. Porque para ella debe ser más sencillo tratar de herirme a mí, que tratar de recuperarlo a él.
  Me duele mucho. Me duele porque yo no la odio. Ni un poco. Ni obligándome. No me sale.
  Solo me sale sentir pena. Pobre piba.
 Nadie le enseñó a amar. Na debe tener ni idea lo que es amar a alguien con todas las ganas. Nadie le mostró que es ser buena gente. No debe tener ni idea de lo que es construir. Demostró solo saber destruir.
 Herir. Cortar. Lastimar. Hacer sufrir.
 Pero yo la perdono, no sabe lo que hace. No debe haber tenido la suerte que tuve yo.
 La perdono porque esos perros que ladran, son los que más miedo tienen. Y debe estar muerta de miedo porque sabe que yo tengo algo para ofrecer que ella no: amor. Mucho amor. Amor del bueno, del que no daña.
 Debe estar muerta de miedo porque es algo que ella no sabe construir. Y que por lo tanto elige destruir con tanto esmero.
 Porque si me rindo, va a ser más fácil. Porque si reacciono y peleo, voy a quedar a su misma altura. Porque viéndome tan insignificante como me ve, debe ser muy doloroso saber que él me prefiere.
 Por eso no le guardo rencor, porque tratar de lastimarme nunca la va a hacer feliz.
 Pero a mí sí. Porque si logro superar esto, mi amor por él, el amor que nos tenemos va a ser más (mucho más) fuerte.
  Y nuestra venganza va a llegar junto con nuestro premio: ser felices.
 
  Ladran Sancho, señal de que cabalgamos.
  Ladran. Tienen miedo.
 Algo bien debemos estar haciendo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario