viernes, 5 de agosto de 2016

Pintar

 
  Me duele la espalda y es por haber estado todo el día lijando las paredes de mi pieza. Se me ocurrió que la quería pintar de otro color, que quería cambiar, que ya me había aburrido de ese estúpido celeste que tres años antes me encantaba. Y empecé a delirar, a pensar en lo mucho que me gusta ahora el blanco, en que lo quiero cuanto antes inundando cada espacio, cada rincón. Pero ¿sabes qué? Hoy aprendí que para poder pintar, primero hay que lijar. (Que aburridisimo es, si.)
  Después de que había terminado un cuarto de pared y ya estaba llena de polvo, empecé a pensar en que podía dejar todo ahí, decir que lo había hecho todo, hacerme la tonta y pintar sobre la pintura vieja. Pero, lo que pasa cuando intentas tapar una pintura con la otra, es que tarde o temprano, la nueva se quiebra y la vieja sale a flote y te queres matar. Y ahí si, es doble trabajo. Porque no te queda otra que lijar.
 Lo mismo pasa con el corazón. Te podés hacer la tonta, pero si no te desintoxicas de lo viejo, lo nuevo no tiene espacio. O sí, capaz que si. Capaz logras meterlo a presión. Y durás así, ignorando que la pintura vieja está por un rato, hasta que termina reapareciendo sin previo aviso. 
  Lijar duele. Duele la espalda, las manos, te llenas de polvo, casi no podés respirar. Pero es necesario sacar lo viejo. Necesario para darle lugar a lo nuevo. Porque solo después de estar muerto se puede renacer. 
  Acompañame a estar solo, a desintoxicarme del pasado canta Arjona. Ayudame a lijar, te pido yo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario