sábado, 21 de mayo de 2016

Su mano


  SOLTAR EL MUNDO
  Hace varios días me vengo preguntando que es lo que tiene de especial él, que otros no. Y no puedo encontrar respuestas. No puedo encontrar argumentos válidos para explicar lo que siento.
  Y lejos de dudar sobre si realmente lo siento o no, me puse a pensar también en que es lo que estoy buscando con todo lo que hago. Y otra vez, nada.
  Es que es justamente eso: nada.
  Ya nueve meses se cumplieron y yo sigo firme al lado de alguien que ni siquiera estoy segura de si me reconoce. ¿Porqué? Y pasé por tanto en estos meses, que es difícil decir con exactitud cuando fue que lo empecé a querer.
  La verdad es que no busco justificarme en frente de nadie, porque a mi con lo que siento me alcanza, pero la duda de como es que yo, con todo lo que fui, sea hoy la que soy realmente me intriga. Tuvo que haber existido en algún momento un punto de inflexión, un antes y un después, una razón.
  Y sonrío al darme cuenta que sé exactamente cuando sucedió. Es más, podría hasta dar la fecha exacta: viernes 4 de septiembre del 2015.
  El punto de inflexión, el click y la razón fue cuando me di cuenta que yo quería hacer una sola cosa en el mundo y era sostener su mano. Lo escribí hace mucho en este mismo blog: "Se me derrite el corazón cuando lo veo. Me derrito completa yo cuando le doy la mano y siento su apretón.
  Mi mundo se cae a pedazos y yo solo procuro tener mil brazos, con mil manos para agarrar todo lo que se cae, cuando en realidad, solo quiero sostener su mano" 
  Sostener su mano. Eso fue lo que siempre me propuse a pesar de todo. Estar ahí para él. Sin sentarme a pensar en lo que pudiera pasar después, sin pensar en si el hubiera hecho lo mismo, o si recién nos conocíamos. No pensé en nada, solo sentí que era lo que quería hacer. No soltar su mano en este proceso horrible. Y en consecuencia si solté todo lo demás. Solté los prejuicios sobre mi misma, el miedo, y todas las barreras que la mente quería imponerme. Solté. Deje ir los pensamientos que me repetían incansablemente que yo no tenía porque estar ahí para él solo por que no sabía que era lo que yo significaba en su vida. Solté. Me liberé del miedo a que cuando estuviera bien yo no le interesara. Solté. Me dediqué a una sola cosa y fue a sentir. A seguir mis ideales. A fluir con lo que me pasaba a cada momento. Y fui juzgada tan duramente que hubo momentos en los que me derrumbé también. Pero entonces entendí que no todos iban a estar de acuerdo con mi accionar. Entonces volví a soltar. Y no permití que opiniones exteriores pudieran dañarme. Solté las críticas, y seguí adelante. Y en el camino, esos mismos que no podían entender mi accionar, fueron los que luego me dijeron dulcemente que ellos no hubieran podido. Y en ese momento también comprendí que normalmente se ataca a lo nuevo solo porque se le tiene miedo. Entonces solté también los resentimientos hacia aquellos que no me entendían.  Poco a poco y con esmero solté todo eso que desde hacia tanto me hacia mal. Rompí muros y derribé barreras dejando al desnudo el corazón. Y entonces y solo entonces pude entender que no hay nada que entender. Que no importa cuando nos conocimos, ni cuanto compartimos. Un día, un mes o tres años dan igual. Solté las ideas idiotas sobre como debe ser el amor. Y me permití quererlo sin pensar.
  Por eso no sé que responder cuando me preguntar porqué. Porque en realidad no hay respuesta. Por eso no pretendo defenderme cuando se ríen o me atacan. Porque los perdono por no saber entenderme. Porque me compadezco de ellos que solo se permiten sentir bajo las reglas que dicta la sociedad.
  Hoy estoy segura de una sola cosa y es que me alegra muchísimo haber decido sostener su mano, y haber soltado al mundo, solo porque si hubiera sido al revés hoy sería una más de los que atacan por no poder entender que quizá no todos sentimos ni accionamos igual.


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