domingo, 30 de agosto de 2015

Escribir es sin lugar a dudas una de las cosas que mas me gustan en el mundo.
  El problema es que a veces por más ganas que tenga yo, hay cosas que no puedo publicar. Porque son cosas tan mías que es difícil estar lista para que el mundo (o todo aquel que tenga ganas de leer) vea.
  Pero hoy estoy escribiendo a corazón abierto (sin que importe lo que otros puedan decir) sobre eso que por ahora no quiero que nadie sepa.
  Hoy se cumplen dos semanas. Dos semanas del momento en el que todo cambió drásticamente.
  Hace dos semanas que por lo tanto, no hablamos ni lo veo. Y lo extraño. Eso es lo único por lo que realmente escribo: lo extraño. Quiero abrazarlo como lo hice en su casa, retarlo como lo hice en Wilkenny y gritarle que si me vuelve a hacer pasar por esto le rompo uno por uno todos los dientes.
  Quiero que llegue ya el día en el que todo esto sea un recuerdo, un pasado al que de ninguna manera voy a querer volver. Quiero que llegue el día en el que abra los ojos otra vez. Cuando decida. Cuando sepa si se olvidó de mi, si no o si no va más.
  Y sin embargo, lo único que me queda es esperar. Y la espera desespera.
 ¡Que el tiempo vuele, por favor!

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