domingo, 10 de enero de 2016

 Amo la sensación de hacer cosas por primera vez. Es algo tan único que me siento mal conmigo misma por no recordar la mitad de esas cosas. Cuando vi el sol por primera vez. Experimentar la primer tristeza, la primer alegria. La infinidad de sabores y olores que ahora ya conozco.

  Hoy me tocó volver a pisar un lugar al que nunca más en la vida quiero volver. Si ir a una terapia intensiva a ver a una de mis tias no es suficientemente dificil, sumarle que es el lugar que casi me roba a... segura lo hace el triple de dificil.
  Pensar en eso me destruyó. En que hace 4 meses yo iba a ese lugar todos los días a estar 10 minutos sosteniendo su mano sin siquiera saber si me reconocia. Pensar en que podría haberlo perdido. Ese lugar me lo podría haber robado para siempre.
  Paradojicamente, y aunque odie esa terapia, fue la que le permitió vivir. Y a mi también.
  No se ni porque escribo esto, pero es que, hace tanto que solo agacho la cabeza y sigo que nunca me habia puesto a pensar en el tiempo que transcurrió, ni mucho menos todo lo sucedido en el medio.
  Si, contaba. Uno, dos, tres, cuatro meses. Pero no en tiempo real, no deteniendome a pensar que en esos meses hubo al menos 30 dias y 30 noches. Mil horas. Nunca me detuve a pensar en la que era antes, y la que soy hoy. En lo que transcurri, sufri, pase y sobre pasé. Lo que aprendí, por elección y fuerza.

  Lo que lo quiero. Todo lo que lo quiero. A lo que estoy dispuesta.
  En todos esos meses transcurridos yo solo rogaba por una cosa ( además de su bienestar) y era poder sentir otra vez uno de sus abrazos.
  Hace tres días volví  a sentir lo que hacia tanto necesitaba: su abrazo. Sentirlo autentico, real y sobre todo VIVO es lo que más felicidad me dio en este ultimo tiempo. Lo sentí con ganas de seguir, de luchar. Esperando el momento exacto para despertar de esta pesadilla en la que estamos metidos hace tanto.
  Despertate amor, que te necesito.

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