Se me derrite el corazón cuando lo veo.
Me derrito completa yo cuando le doy la mano y siento su apretón.
Mi mundo se cae a pedazos y yo solo procuro tener mil brazos, con mil manos para agarrar todo lo que se cae, cuando en realidad, solo quiero sostener su mano.
Que me sienta, que me reconozca. Que sepa que no está solo, que cuenta conmigo y con mi apoyo en este y en todos los momentos. Que estoy, que lo siento, y que no importa el tiempo que le tome, quiero verlo bien otra vez.
Que no importa cuanto hace, porque en realidad el tiempo no existe. Quiero que todo esto termine y llegue el día de contarle que por alguna razón, es como si supiera que lo nuestro siempre fue así: salvarnos. El a mi, yo a el. Y no sé de que. Y no sé desde cuando. Pero siempre nos salvamos.
Siempre, en todas nuestras vidas. o en las que nos elegimos al menos.
No dejarnos caer, sabiendo que el otro está. Codo a codo.
Como si siempre hubieramos hecho esto mismo, y sabiendo que en realidad (para esta vida) es la primera vez. ¡Que locura!
No sé. Ya nada me interesa en realidad. Ni lo que opinen, ni lo que no opinen. Sé que esto no empezó hace tres meses. No, esto es de antes.
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