sábado, 28 de diciembre de 2019

2030: otra década.

  Hace un par de años imaginarnos separados hubiera sido impensado para cualquiera, pero más para mí que la mayoría de las veces respiraba sólo si vos estabas conmigo. Viéndolo desde este futuro improbable quizá fue la mejor decisión tomada. O quizás no, podríamos haberlo intentado un poco más... Quizá así nos hubiéramos lastimado lo suficiente para no extrañarte tanto como lo hago. Sos una estaca clavada en el pecho. Duele sacarla de donde está incrustada, duele vivir con ella a cuestas. Todo duele. Al principio fue tan aterrador y confuso. Miedo, muchísimo miedo. Al futuro, a las posibilidades, a la idea de que nunca ibas a regresar, a la idea de que efectivamente iba a tener que rehacer mi vida lejos tuyo. Y justo esa fue la clave: irme muy lejos. No podía seguir viviendo en la misma ciudad en la que nos habíamos enamorado y hecho una vida juntos. Cada lugar, cada paisaje, cada sensación fueron arruinadas para siempre. Cada recuerdo lleno de color y alegría se tiño de gris tristeza cuando te fuiste. Era incapaz de recordarte sin llorar, sin querer arrancarme la memoria y hundirme en el peor de los olvidos. Ni hablar de dormir. Me tomó meses acostumbrarme a la soledad de mi cama, al espacio vacío que antes ocupabas, a despertarme de una pesadilla y que no estés ahí para abrazarme y decirme que me cuidabas. Tuve que aprender a cuidarme sola. Yo ya sabía de antes pero cuando vos llegaste y empezaste a hacerlo por mí con tanto amor y dedicación me olvidé, me olvidé como era tener que luchar lo que me toque sola. Sola. Que palabra que siempre adoré y ahora no puedo tolerar. O bueno, quizá ahora ya sí pero me costó muchísimos años acostumbrarme. La soledad para mí era preciada hasta que llegaste vos y me enseñaste lo que era la compañía. Nunca había extrañado con tanta desesperación a alguien. Créeme, por poco casi enloquezco. Tuve que aprender otra vez lo que era hacer las cosas por mí misma, a que desechar fotos, cartas y regalos era el primer paso para dejarte ir, al menos de forma simbólica. Porque en realidad no quería, yo nunca quise dejarte ir, hubiera peleado por vos hasta quedarme sin alma. Pero también aprendí que no importa sólo lo que yo haría, aprendí a respetar tu decisión. Y en todos estos años nunca dejé de preguntarme en que hubiera pasado si nuestras elecciones hubieran sido otras. Nunca dejé de preguntarme que fue lo que hice mal. ¿Que hice mal? ¿Te presioné demasiado? ¿Exigí cosas que no dí? Quizá si no hubiera sido tan severa con tus errores...
  Haberte cruzado después de tantos años me llevó a pensar en que todo lo que creía superado en realidad nunca lo estuvo. ¿Se supera a un amor así o sólo se aprende a convivir con el dolor? Yo estoy cada día más convencida de la segunda, de que preferiría verte de lejos a no verte nunca más, a que quizá, tal vez, lo que nos faltó fue tiempo para crecer. Y cada día al despertarme pienso ¿hoy si? ¿ahora sí funcionaría lo nuestro? quizá el tiempo sana y es capaz de recuperar aquello que hace tanto creímos perdido.
  Te imagino casado y el pecho se me parte en dos. Te imagino con esa familia que siempre quisiste, y en la que no estoy, y me hundo una vez más en el dolor que sentí el día que nos dimos una pausa. Acordarme de tus besos, tus caricias, lo profundo de tu amor. Ese amor que no voy a poder volver a sentir por nadie más. Fuiste el gran compañero de mi vida. Mi vida integra la tenía al lado tuyo, cada segundo estaba planificado en mi cabeza, cada momento perfectamente feliz para compartir juntos. Y nunca pude acostumbrarme al hecho de que elegiste otro camino que no me incluye. Y aunque ya no estábamos bien, y todo parecía pesar tanto sobre nosotros, yo con gusto hubiera cargado en mis hombros con todo. Siempre fui así, me cuesta dejar de luchar. Aunque a lucha sea en vano me llena más que rendirme. Rendirse nunca fue una opción en mi vida. Fue cuestión de verte un segundo y darme cuenta que toda la vida que había construido con tanto esmero lejos tuyo no era más que frío y duro plástico, la máscara detrás de la que me escondo para no admitir que cuando te fuiste te llevaste con vos mi mejor sonrisa y mi mejor versión. Hoy soy una impostora con la misma cara y diferente corte de pelo. No logré construir ningún vínculo otra vez, no logré salir adelante, me estanqué para siempre en ese día, esa noche, ese momento en el que decidimos, decidiste, no me opuse y nos alejamos.
  No concibo una vida lejos tuyo, nunca lo hice. No me imagino en otro lugar que no sea el que está al lado tuyo. Me siento una intrusa en cada lugar al que voy, me siento vacía, sin vida, sin futuro esperanzador, me siento viviendo porque la respiración es automática y el mundo sigue girando.
  ¿Como puede ser? ¿Como podes después de tanto, ser feliz sin mí? ¿Que estas haciendo? ¿Que estoy haciendo yo con mi vida? ¿Y que estoy haciendo yo sin vos?
  Sin tí, sin mí. Porque parte de mí te la llevaste con vos a donde sea que vayas.
  Que hago yo cuando es domingo por la tarde y el campeón se hace cobarde y pregunta "¿donde estás?"
   Sólo quiero volver a verte. Volver a sentirme segura en tu abrazo, levantar la mirada y encontrarme con tus ojos brillantes por el sol del atardecer, sentir olor a campo, escuchar a los grillos cantar, sentir el calor del fuego y perderme para siempre en ese pasado que nunca seré capaz de recuperar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario