Hoy mientras él preparaba café y yo preparaba su cama para acostarnos a ver una peli pensé "Que lindo es estar bien. Bien en serio, sin necesidad de pelear para no aburrirnos. Bien y punto". Terminé y fui a la cocina. Lo molesté, busqué hacerlo enojar con mis chistes mala onda, sólo porque amo su cara de culo cuando algo no le cae bien. Y hasta volqué el café en el piso por reírme. "¿Que te pasa? Estás tonta", "Esta es la Jaqueline autentica" le respondí.
Hace tanto no me sentía así, pero claro ¿él que va a saber? Conoció a la rota, la que sonreía a medias porque una parte siempre permanecía llorando silenciosamente. Hoy después de casi un siglo volvió la que parece borracha todo el tiempo. La torpe que tira y se choca todo, la que dice cosas sin sentido y sin filtro en el momento en el que se le ocurren. Y digo que fue casi un siglo porque en realidad así se sintió. Como los seis meses en la Antártida en los que no hay rastro del sol.
Borracha de felicidad, de la droga que me da estar cerca de él. Salí de cursar, almorzamos y nos íbamos a poner a ver una peli. Hacía un frío de locos y me prestó sus medias y sus pantuflas. Y yo estaba ebria de felicidad, de ser feliz solo por estar en su casa, con él, con Santi, con todo lo simple pero hermoso que es lo que sentimos, lo que tenemos, lo que somos.
Para ser feliz se necesita menos de lo que yo creía, porque con él me alcanza y sobra. Me sobra tanto que se me escapa por los poros y termino actuando como una tonta, como una torpe. Tiro café al piso y hago chistes malos solo porque quiero verlo sonreír. Porque por más egoísta que eso sea, verlo sonreír me hace feliz y hoy en día solo quiero eso: ser feliz.
La que fui de un tiempo a esta parte parece estar desapareciendo, y en realidad solo se está desvaneciendo la máscara bajo la que me escondía. "Preguntale a mi mamá" le dije también. Ella es la única que me conoce desde que nací, que sabe cual es la autentica. La que por tanto tiempo tuvo que irse a causa del dolor, y la que hoy de a poco se anima a retornar porque se dió cuenta que vale la pena. Que este amor vale arriesgarse una y mil vidas, porque más que penas solo trae paz. La que tanto quise por tanto tiempo. La que pienso defender con uñas y dientes.
Nada va a lograr hacerme perder este amor.
miércoles, 16 de mayo de 2018
martes, 15 de mayo de 2018
Solo muere quien se olvida
Fue difícil, no lo voy a negar. Todavia hoy se me empaña la mirada cuando te nombran, cuando cuentan alguna anécdota. Pero me obligo a sonreir, por vos, porque eso fue lo que me regalaste siempre (sonrisas❤) y también por los que quedan y me necesitan fuerte. Es una especie de karma, sabes? No lo puedo evitar, reprimo el dolor propio y cargo con el de los que amo. No se si me lo enseñaron o aprendí sola, pero no me sale de otra manera.
Te prometí que los iba a cuidar, y eso intento cada dia. Cada vez que los veo. Con cada abrazo que le doy a la tia y con cada chiste que le hago a Agus para que se ria un poco. Con cada charla y consejo con Joaco, y cada gesto protector con Bauti.
Dejaste un vacio bastante grande que intentamos llenar con amor todos los días. Con el amor de familia que siempre sentimos, el amor puro que nos unía.
Y mal que mal ahí vamos, rotos pero en carrera. Cata se ocupa de hacer feliz a la abuela, y Pía de traer una nueva esperanza para todos.
Yo estoy un poco más destruida que hace un año, porque la ficha siempre me cae tarde. Primero me ocupo de que todos los demás estén mas o menos bien, mis lágrimas pueden esperar guardaditas en su lugar.
Despues de un año estoy llorando todo lo que no pude esa noche y todas las que siguieron. Lloro por que extraño tus abrazos, y que me digas que soy tu favorita. Que me hagas sentir que lo soy, que soy la nena que siempre quisiste de hija y nunca llegó. Te extraño mucho. Extraño tu risa y tus picardías cómplices. Extraño ser tu protegida.
Pero tambien pasaron cosas buenas, también soy feliz, y te lo quiero contar. El sábado hubiera sido un dia demasiado difícil si no tuviera a quien tengo al lado. Te caería bien. Es callado como vos, y también demuestra el amor más con abrazos que con palabras, así como lo hacías vos. Me hace sentir especial sin tener que decirme que lo soy, y es un apoyo y un pilar sin el que no podría vivir.
Jane va a ser mamá, lo podes creer? y todos estamos muy emocionados, sobre todo la abuela. Agus está estudiando un terciario ja! Y Joaco retomó la carrera. También puso un kiosco, y un emprendimiento de pizza y estoy segura que en unos meses la lista va a ser más larga porque es ambicioso como vos.
Mamá está destrozada, ella quiere ocultarlo pero no puede. Es de las personas que los sentimientos se le notan a 3 km de distancia y aunque se esfuerza, se que le cuesta levantarse cada día despues de ese 12 de mayo. A todos nos cuesta un poco. Pero nos levantamos y seguimos igual. Un poco porque la vida lo exige, otro poco porque en el fondo a pesar de las perdidas sabemos que ya ganamos muchas y quedan muchas más por ganar.
Espero que estes bien donde sea que estés. Yo desde acá te mando todo mi amor, ese que siempre nos unió. Te extraño pero te llevo conmigo siempre.
jueves, 3 de mayo de 2018
de amores
Nunca fui de las que sueñan con príncipes azules. O bueno, en realidad si pero fue hace tanto tiempo que a penas me acuerdo de lo que sentía. Creo que tenía 13 o 14 años, estaba enamorada de un chico unos tres años mayor que no conocía mi existencia, sólo lo veía en los recreos del colegio y más que su nombre y su edad no sabía. Si lo pienso desde cómo soy hoy, me parezco una idiota. Pero también me doy muchísima ternura, ¿quien no estuvo hasta el cuello por amor cuando a penas sabía lo que eso significaba? Siempre fui de tener diarios o cuadernos en los que escribía (porque todavía no sabía que existían los blogs) pero a él le escribía poemas y cartas que nunca llegaron a destino. Nunca ni siquiera me animé a decirle que me gustaba. Cruzábamos una o dos palabras por msn, me saludaba cuando me cruzaba en los pasillos y del resto se ocupaba mi cabeza soñadora. En esa época todavía creía en los príncipes, en el amor, en el para siempre.
Después llegó mi primer novio, y aunque seguía soñando con un príncipe azul, él me enseñó cosas mucho mejores que los cuentos de hadas. Cosas como el compañerismo, la lealtad y la amistad. Si, también la amistad. Fue mi novio por nueve meses, pero también fue mi amigo, mi compinche, mi compañero. Circunstancias un tanto idiotas e inmaduras nos pusieron fin, pero dejó en mí para siempre un nuevo sueño. Ya no quería príncipes, quería un compañero. Seguía siendo bastante soñadora e inocente, pero los cuentos de hadas no me emocionaban tanto como antes. Y empecé a soñar con esas películas modernas de comedia romántica en las que el chico malo se vuelve bueno gracias al amor, y pasa de ser alguien bastante tóxico a el sueño de toda chica. Empecé a creer en la idea de que el amor todo lo podía, empecé a soñar con la idea de que alguien se enamoraría tanto de mí que llegaría a cambiar todo lo que estaba mal.
Y así fue como conocí a mi primer error (o acierto, no estoy segura. Los errores nos enseñan, ¿no? Quizá simplemente era necesario que él apareciera). La idea no es dar nombres, pero digamos que todos mis amigos recuerdan bien el suyo. Así como también mi familia, mis conocidos, creo que hasta esa gente a la que no le caigo muy bien lo sabe. Y es que fue mi primer amor, o desamor dependiendo de donde se lo mire, y como tal yo no sabía hablar de otra cosa.
Mi primer novio fue de esas relaciones lisas y llanas, en las que sentís una especie de felicidad o estabilidad en la que te refugias, pero que no te implica realmente. Mi primer error arrasó con todo lo anterior, lo desterró, lo volvió polvo. Terminé por caer en la cuenta de que no había sentido amor hasta él, hasta que lo conocí, me robó el mundo entero y me rompió el corazón. Nunca había sentido la tormenta interna que genera el estar enamorada. Nunca había sufrido el dolor de ver caer poco a poco todas tus esperanzas. El sueño del chico malo que se convierte en bueno me explotó en la cara. Él era un chico malo, pero ningún amor logró cambiarlo (nunca, ni siquiera al día de hoy después de 7 años). Pero a pesar de estar con el alma hecha pedazos por mi primer batalla perdida, nunca abandoné la idea de amor que creía. Vagué sola, deambulando por otros semi amores que nunca llegaron a ser importantes por mucho tiempo. Nadie me provocaba algo genuino, nadie era él. Y es que hoy creo que superar el primer amor es de las cosas más complicadas, no porque haya sido realmente hermoso sino porque fue el primero, y por tanto es el que para siempre va a permanecer presente.
Un par de años más tarde, cuando ya estaba lo bastante perdida como para no saber qué era la felicidad y qué el dolor, conocí a mi segundo gran error. Y acá voy a hacer una pausa, porque si antes dije que no estaba segura de si mi primer amor era error o acierto, esta vez estoy convencida de asegurar que el huracán fue un error. Me gusta decirle así porque en realidad es como siempre se comportó, como un huracán. Llegaba, destruía todo y se iba. Todavía hoy después de casi 4 años vuelve de vez en cuando a querer romper alguna que otra cosa que se cruce en su camino, aunque por suerte la puerta que antes lo dejaba entrar, ahora permanece cerrada. Nunca nadie me lastimó tanto, por nadie dí tanto sin recibir nada a cambio. Si mi primer amor me rompió el corazón, el huracán logro destruirme completa. Ya ni siquiera sabía quién era yo. Lo bueno duró poco, y el resto fue mi penosa persona intentando que algo funcione a costa de mi misma. De mis gustos, mis tiempos, mis amigos, mi bienestar y mi paz. Para cuando se fue "definitivamente" (puesto en comillas porque en realidad siempre vuelve), para cuando se fue ya no me quedaban sueños. Ni príncipes, ni compañeros, ni chico malo convertido en el bueno. De pronto me encontré sola, tirada, sin fuerza, sin reconocerme, totalmente destruida, ida, lastimada. Me quedaban pedazos, algunos pocos, de la chica que antes había sido. Así que no tuve más remedio que empezar de cero, juntar las partes desparramadas y volver a crear las faltantes para sentirme otra vez completa. Y me costó tanto. Fue difícil el encontrarme sola y lastimada, pero aún más cerrar de una vez por todas esa puerta por la que de vez en cuando él quería volver a entrar. Maldito huracán que no suelta pero tampoco agarra del todo, nacido para destruir.
Perdí las esperanzas y la fe. Destruí todas las ideas de amor, dejé de soñar y creé a mi alrededor una dura y concreta capa de hielo que me protegiera. Nadie nunca iba a volver a destruirme así otra vez. Nadie iba a volver a dejarme tan rota. Me había costado tanto recomponerme que no quería que nadie más entrara por esa puerta. Y los amores baratos de un rato volvieron a circulación. Relaciones superficiales para no involucrarme, para no sufrir, para no tener que pasar por ese dolor otra vez.
Pero lo peor todavía no había llegado. ¿Que panorama desolador, no? En realidad estoy a punto de relatar la historia más hermosa y triste de mi vida. Apareció cuando lo más parecido al amor que existía para mí era salir a tomar con mis amigas. No lo tomé en serio, nunca lo tomé en serio. Es que él estaba en la misma que yo, y mientras nos mantuvieramos juntos en la idea de salir, divertirnos y que todo quedara lejos de los verdaderos sentimientos, nada podía salir mal.
La vida suele dar las mejores lecciones a base de cachetadas que te dan vuelta el mundo. No fui yo evitando enamorarme, no fue él siendo malo, menos un desastre natural. No fue nuestra culpa. No fue la culpa de nadie, pero todo cambia en un segundo, ¿saben? Con mi gede amor (como le decía por ser fan de las fiestas y el alcohol), aprendí lo mucho que vale un segundo. Un micro segundo. Una charla sin importancia, una caricia, un abrazo, un instante feliz. Eso fue él para mí, un instante feliz y una vida de dolor. Para siempre voy a llevar clavado su dolor, nuestro dolor. Un día se fue y nunca volvió, y lo extrañé por tanto tiempo que hasta perdí la cuenta de los días, los meses, los años, las vidas que llevamos sin vernos. Mirá si son locas y mágicas las cosas, el ultimo mensaje que recibí de su parte antes de que la vida se lo llevara decía: "que lindo fue cruzarte". Eso fue nuestra historia, un pequeño e insignificante cruce. Como cuando se encuentran dos caminos que van en direcciones opuestas. Sería hipócrita decir que no disfrutamos el poco tiempo que nos tocó compartir, si hasta creí que habíamos sido hechos uno para el otro.
Con el tiempo entendí que lo nuestro solo venía a enseñarme lo importante de vivir a pleno cada segundo de mi vida. Cada micro segundo. Cada instante. Porque eso es lo que tarda la vida en cambiar, una unidad de tiempo que ni siquiera podemos percibir y el mundo, las circunstancias, absolutamente todo lo que damos por seguro puede desaparecer y nunca volver. Todavía me duele un poco el corazón, pero llevo como bandera todo lo que me enseñó. Cada uno de sus consejos, cada una de sus frases. "No tengas miedo corazón, si lo que tiene que ser, será".
Perdí mis esperanzas en la vida que me parecía tan injusta. Perdí la fe en la idea de felicidad que me parecía tan lejana. Pero también perdí el miedo y los prejuicios. Las barreras y los mil tapujos que le ponía al amor. Y me quedé desnuda en alma. Ya no tenía nada, pero eso significaba que podía volver a empezar, aunque me doliera dejar todo atrás. ¿Que más podía hacer?
Todo estaba bastante oscuro, gris, desolador. Esperanzas no había. El amor había pasado a ser algo casi inalcanzable, imposible, utópico. Con lo difícil que era poder coincidir con alguien, la única vez en mi vida que lo había logrado, el destino me lo había arrebatado de las manos sin compasión.
Cuando llegó estaba tan desilusionada de la vida que ni siquiera advertí lo que podía significar. Pero de todas maneras acepté sus abrazos, eran una mezcla de dulzura con seguridad que me hacían creer que no todo estaba tan mal. Acepté sus besos, sus charlas, su consuelo. Poco a poco acepté su amor, el amor más puro que había recibido jamás, y sin saber cómo me encontré a mi misma sin barrera que me protegiera de enamorarme. Pataleé y me resistí un poco. También lloré, porque no me lo podía creer, ¿cómo iba a ser posible? Después de todo lo pasado, del camino tan transitado y lleno de piedras, ¿era real? No podía simplemente volver a creer que algo bueno me esperaba si cada vez que lo hacía veía como todo se desmoronaba en menos tiempo del que me llevaba salir corriendo. Pero, ¿para qué tener miedo si lo que tiene que ser, será? Me costó bastante, pero el camino lleno de piedras solo me estaba preparando. Necesitaba aprender a reconocer el amor, el verdadero amor que nada tenía que ver con príncipes, chicos malos o huracanes. Aunque en algo no estaba equivocada. El anhelo de un compañero de vida se volvió realidad, y yo todavía sigo sin poder creermelo.
Tuve que aprender a los golpes que los instantes se disfrutan, pero ahora resulta que soy feliz sólo con tomarlo de la mano. Y que puedo contarle cualquier cosa que se me ocurra, porque a demás de mi gran amor, es mi amigo. Mi compinche, alguien con quien puedo contar más allá de todo.
Confianza, lealtad, amor. Gran amor. La vida no era tan mala después de todo, aunque sí un poco extremista en sus formas de enseñanzas. Pero ahora lo entiendo, lo veo tan claro: necesitaba estar lista, necesitaba aprender un millón de cosas sobre el amor, sobre mí, sobre la vida, para llegar a este punto totalmente plena y poder disfrutar de quién se llevó la oscuridad y trajo la primavera otra vez. El sol volvió a brillar, y esta vez tengo los pies bien pegados a la tierra aunque siga siendo un tanto romántica y soñadora.
Hoy por fin después de tanto descubrí lo que es el amor.
Hoy por fin después de tanto soy feliz.
Tengo un gran amor. Un amor de esos con los que la eternidad te parece un tiempo demasiado corto.
Hoy por fin crecí lo suficiente para que el amor no signifique dolor nunca más.
Después llegó mi primer novio, y aunque seguía soñando con un príncipe azul, él me enseñó cosas mucho mejores que los cuentos de hadas. Cosas como el compañerismo, la lealtad y la amistad. Si, también la amistad. Fue mi novio por nueve meses, pero también fue mi amigo, mi compinche, mi compañero. Circunstancias un tanto idiotas e inmaduras nos pusieron fin, pero dejó en mí para siempre un nuevo sueño. Ya no quería príncipes, quería un compañero. Seguía siendo bastante soñadora e inocente, pero los cuentos de hadas no me emocionaban tanto como antes. Y empecé a soñar con esas películas modernas de comedia romántica en las que el chico malo se vuelve bueno gracias al amor, y pasa de ser alguien bastante tóxico a el sueño de toda chica. Empecé a creer en la idea de que el amor todo lo podía, empecé a soñar con la idea de que alguien se enamoraría tanto de mí que llegaría a cambiar todo lo que estaba mal.
Y así fue como conocí a mi primer error (o acierto, no estoy segura. Los errores nos enseñan, ¿no? Quizá simplemente era necesario que él apareciera). La idea no es dar nombres, pero digamos que todos mis amigos recuerdan bien el suyo. Así como también mi familia, mis conocidos, creo que hasta esa gente a la que no le caigo muy bien lo sabe. Y es que fue mi primer amor, o desamor dependiendo de donde se lo mire, y como tal yo no sabía hablar de otra cosa.
Mi primer novio fue de esas relaciones lisas y llanas, en las que sentís una especie de felicidad o estabilidad en la que te refugias, pero que no te implica realmente. Mi primer error arrasó con todo lo anterior, lo desterró, lo volvió polvo. Terminé por caer en la cuenta de que no había sentido amor hasta él, hasta que lo conocí, me robó el mundo entero y me rompió el corazón. Nunca había sentido la tormenta interna que genera el estar enamorada. Nunca había sufrido el dolor de ver caer poco a poco todas tus esperanzas. El sueño del chico malo que se convierte en bueno me explotó en la cara. Él era un chico malo, pero ningún amor logró cambiarlo (nunca, ni siquiera al día de hoy después de 7 años). Pero a pesar de estar con el alma hecha pedazos por mi primer batalla perdida, nunca abandoné la idea de amor que creía. Vagué sola, deambulando por otros semi amores que nunca llegaron a ser importantes por mucho tiempo. Nadie me provocaba algo genuino, nadie era él. Y es que hoy creo que superar el primer amor es de las cosas más complicadas, no porque haya sido realmente hermoso sino porque fue el primero, y por tanto es el que para siempre va a permanecer presente.
Un par de años más tarde, cuando ya estaba lo bastante perdida como para no saber qué era la felicidad y qué el dolor, conocí a mi segundo gran error. Y acá voy a hacer una pausa, porque si antes dije que no estaba segura de si mi primer amor era error o acierto, esta vez estoy convencida de asegurar que el huracán fue un error. Me gusta decirle así porque en realidad es como siempre se comportó, como un huracán. Llegaba, destruía todo y se iba. Todavía hoy después de casi 4 años vuelve de vez en cuando a querer romper alguna que otra cosa que se cruce en su camino, aunque por suerte la puerta que antes lo dejaba entrar, ahora permanece cerrada. Nunca nadie me lastimó tanto, por nadie dí tanto sin recibir nada a cambio. Si mi primer amor me rompió el corazón, el huracán logro destruirme completa. Ya ni siquiera sabía quién era yo. Lo bueno duró poco, y el resto fue mi penosa persona intentando que algo funcione a costa de mi misma. De mis gustos, mis tiempos, mis amigos, mi bienestar y mi paz. Para cuando se fue "definitivamente" (puesto en comillas porque en realidad siempre vuelve), para cuando se fue ya no me quedaban sueños. Ni príncipes, ni compañeros, ni chico malo convertido en el bueno. De pronto me encontré sola, tirada, sin fuerza, sin reconocerme, totalmente destruida, ida, lastimada. Me quedaban pedazos, algunos pocos, de la chica que antes había sido. Así que no tuve más remedio que empezar de cero, juntar las partes desparramadas y volver a crear las faltantes para sentirme otra vez completa. Y me costó tanto. Fue difícil el encontrarme sola y lastimada, pero aún más cerrar de una vez por todas esa puerta por la que de vez en cuando él quería volver a entrar. Maldito huracán que no suelta pero tampoco agarra del todo, nacido para destruir.
Perdí las esperanzas y la fe. Destruí todas las ideas de amor, dejé de soñar y creé a mi alrededor una dura y concreta capa de hielo que me protegiera. Nadie nunca iba a volver a destruirme así otra vez. Nadie iba a volver a dejarme tan rota. Me había costado tanto recomponerme que no quería que nadie más entrara por esa puerta. Y los amores baratos de un rato volvieron a circulación. Relaciones superficiales para no involucrarme, para no sufrir, para no tener que pasar por ese dolor otra vez.
Pero lo peor todavía no había llegado. ¿Que panorama desolador, no? En realidad estoy a punto de relatar la historia más hermosa y triste de mi vida. Apareció cuando lo más parecido al amor que existía para mí era salir a tomar con mis amigas. No lo tomé en serio, nunca lo tomé en serio. Es que él estaba en la misma que yo, y mientras nos mantuvieramos juntos en la idea de salir, divertirnos y que todo quedara lejos de los verdaderos sentimientos, nada podía salir mal.
La vida suele dar las mejores lecciones a base de cachetadas que te dan vuelta el mundo. No fui yo evitando enamorarme, no fue él siendo malo, menos un desastre natural. No fue nuestra culpa. No fue la culpa de nadie, pero todo cambia en un segundo, ¿saben? Con mi gede amor (como le decía por ser fan de las fiestas y el alcohol), aprendí lo mucho que vale un segundo. Un micro segundo. Una charla sin importancia, una caricia, un abrazo, un instante feliz. Eso fue él para mí, un instante feliz y una vida de dolor. Para siempre voy a llevar clavado su dolor, nuestro dolor. Un día se fue y nunca volvió, y lo extrañé por tanto tiempo que hasta perdí la cuenta de los días, los meses, los años, las vidas que llevamos sin vernos. Mirá si son locas y mágicas las cosas, el ultimo mensaje que recibí de su parte antes de que la vida se lo llevara decía: "que lindo fue cruzarte". Eso fue nuestra historia, un pequeño e insignificante cruce. Como cuando se encuentran dos caminos que van en direcciones opuestas. Sería hipócrita decir que no disfrutamos el poco tiempo que nos tocó compartir, si hasta creí que habíamos sido hechos uno para el otro.
Con el tiempo entendí que lo nuestro solo venía a enseñarme lo importante de vivir a pleno cada segundo de mi vida. Cada micro segundo. Cada instante. Porque eso es lo que tarda la vida en cambiar, una unidad de tiempo que ni siquiera podemos percibir y el mundo, las circunstancias, absolutamente todo lo que damos por seguro puede desaparecer y nunca volver. Todavía me duele un poco el corazón, pero llevo como bandera todo lo que me enseñó. Cada uno de sus consejos, cada una de sus frases. "No tengas miedo corazón, si lo que tiene que ser, será".
Perdí mis esperanzas en la vida que me parecía tan injusta. Perdí la fe en la idea de felicidad que me parecía tan lejana. Pero también perdí el miedo y los prejuicios. Las barreras y los mil tapujos que le ponía al amor. Y me quedé desnuda en alma. Ya no tenía nada, pero eso significaba que podía volver a empezar, aunque me doliera dejar todo atrás. ¿Que más podía hacer?
Todo estaba bastante oscuro, gris, desolador. Esperanzas no había. El amor había pasado a ser algo casi inalcanzable, imposible, utópico. Con lo difícil que era poder coincidir con alguien, la única vez en mi vida que lo había logrado, el destino me lo había arrebatado de las manos sin compasión.
Cuando llegó estaba tan desilusionada de la vida que ni siquiera advertí lo que podía significar. Pero de todas maneras acepté sus abrazos, eran una mezcla de dulzura con seguridad que me hacían creer que no todo estaba tan mal. Acepté sus besos, sus charlas, su consuelo. Poco a poco acepté su amor, el amor más puro que había recibido jamás, y sin saber cómo me encontré a mi misma sin barrera que me protegiera de enamorarme. Pataleé y me resistí un poco. También lloré, porque no me lo podía creer, ¿cómo iba a ser posible? Después de todo lo pasado, del camino tan transitado y lleno de piedras, ¿era real? No podía simplemente volver a creer que algo bueno me esperaba si cada vez que lo hacía veía como todo se desmoronaba en menos tiempo del que me llevaba salir corriendo. Pero, ¿para qué tener miedo si lo que tiene que ser, será? Me costó bastante, pero el camino lleno de piedras solo me estaba preparando. Necesitaba aprender a reconocer el amor, el verdadero amor que nada tenía que ver con príncipes, chicos malos o huracanes. Aunque en algo no estaba equivocada. El anhelo de un compañero de vida se volvió realidad, y yo todavía sigo sin poder creermelo.
Tuve que aprender a los golpes que los instantes se disfrutan, pero ahora resulta que soy feliz sólo con tomarlo de la mano. Y que puedo contarle cualquier cosa que se me ocurra, porque a demás de mi gran amor, es mi amigo. Mi compinche, alguien con quien puedo contar más allá de todo.
Confianza, lealtad, amor. Gran amor. La vida no era tan mala después de todo, aunque sí un poco extremista en sus formas de enseñanzas. Pero ahora lo entiendo, lo veo tan claro: necesitaba estar lista, necesitaba aprender un millón de cosas sobre el amor, sobre mí, sobre la vida, para llegar a este punto totalmente plena y poder disfrutar de quién se llevó la oscuridad y trajo la primavera otra vez. El sol volvió a brillar, y esta vez tengo los pies bien pegados a la tierra aunque siga siendo un tanto romántica y soñadora.
Hoy por fin después de tanto descubrí lo que es el amor.
Hoy por fin después de tanto soy feliz.
Tengo un gran amor. Un amor de esos con los que la eternidad te parece un tiempo demasiado corto.
Hoy por fin crecí lo suficiente para que el amor no signifique dolor nunca más.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)