martes, 30 de enero de 2018
negro
De un lado estaban las suaves caricias que quieren curar el dolor. La respiración firme y constante, y el amor incondicional. Y del otro... el desastre. El quilombo, el dolor, la oscuridad que llama y atrae. Esa que puede absorberte en un instante. Que te consume, te arrastra, te tira, te golpea y te revuelca.
Cuando no sabes cual de los dos es real, y estás en ese limbo sin saber a donde ir. Cuando los fantasmas viejos y oxidados vuelven a abrazarte, elegí abrir los ojos. Yo elegí abrir los ojos y encontrarme con los suyos.
No podrían entender porqué lo amo ni en un millón de años, porque sólo yo puedo sentirlo. Sólo yo sé lo que fue estar en ese limbo tanto tiempo, rodeada por mi propia oscuridad. Sólo yo sé lo que es ver los ojos de Jero y sentirme a salvo otra vez.
No, el quilombo no volvió. Ya no me rodea la oscuridad. No estoy en el limbo.
Fue sólo una pesadilla. Una de esas recurrentes que van a acompañarme para siempre.
Ojalá también sean para siempre las caricias que logran despertarme y hacerme ver que no todo está tan mal.
miércoles, 17 de enero de 2018
Ellos que saben
No deben existir atardeceres más lindos que los de pozo salado. Diría que es una playa que roza lo mágico, y por eso me gusta tanto. Kilómetros de arena sin comercializar, un mar tan azul que duelen los ojos de verlo y un cielo que deslumbra con sus atardeceres, sus estrellas y su luna. Todo es tan único que parece que fuera propio de este lugar. Como si fuera un pedazito de espacio separado del mundo real, donde la señal de celular tampoco funciona y no hay luz electrica ni agua corriente.
Estoy en el medio de la nada, sentada en un médano, escuchando el mar y observando el sol mientras se va. Son las nueve de la noche, y tengo la campera puesta porque el viento sopla fuerte. La noche pinta para hermosa, pero la tarde fue compleja. Estuvo nublado desde temprano, y tuvimos que irnos a las carpas porque una tormenta apareció y se robó la diversión. Pero a veces las cosas hermosas también tienen sus ratos nublados, y hoy descubrí que eso es parte de su belleza.
Me harté de escuchar gente diciendo que tengo un potencial muy grande para lastimar. Para lastimarlo. Me dolían un poco esas voces, pero lo que más me dolía era que yo en el fondo también lo creía. Siempre me sentí un tanto destructiva, siempre me pesó tener el poder de hacer daño a quienes amo. Pero amar significa un poco eso, no? Dar la posibilidad de lastimarte a alguien y confiar en que no lo va a hacer.
Siempre respondí "ellos que saben", con la duda adentro, con esa parte de mí gritando que quizá no se equivocaban. Que estoy loca, que capaz mañana me despierto cruzada y al irme dejo un corazón desecho. Y hoy entendí que nunca estuve más lejos de esa realidad.
Vine a uno de mis lugares favoritos en el mundo pensando solo en que quería que una persona me acompañara. Vine todo el camino pensando en cada una de sus reacciones, en como sería cuando viera la playa o los tamariscos. Como sería dormir a su lado con el ruido del mar de fondo. Vine todo el camino pensando en que ya no tengo ganas de hacer las cosas sola nunca más, que ahora todo lo quiero compartir. Y que justamente eso dice más de mi que cientos de "te amo" juntos. Llegué a ese punto que siempre me dio tanto miedo. Ese momento en el que soy consciente de que puedo hacer lo que sea sola, pero de todas maneras prefiero hacerlo acompañada.
Nunca sentí un amor tan pacífico, tan sutil, tan imperceptible. Pero a la vez tan arrollador. Se llevó todo lo malo, y trajo otra vez la felicidad.
Dicen que el amor va a destruirte y hacerte sentir completo todas las veces que se lo permitas. Y yo no puedo dejar de pensar porque me estuve resistiendo tanto a lo que siento, si es de las mejores cosas que me pasaron.
((15/01/18))