Una tarde de domingo me desperté de la siesta y el mundo se había dado vuelta para siempre. Y a veces creo que fue lo peor que me pasó, a veces lo mejor.
Hoy no se cumple un año, sino dos. Dos. ¿Cuando carajo pasaron dos años? Si miro para atrás es increíble lo mucho que cambiamos. Lejos muy lejos está la chiquilina que sólo lloraba y se quejaba, que no dormía, que se la pasaba preguntando porqué.
A diferencia de lo que había sido el primer año después de que todo pasó, a puro llanto y quilombo, este fue más duro pero menos ruidoso. Increíblemente, la pasé peor. El tiempo pareció más lento, y más pesado. Por varios meses no podíamos vernos, y era una tortura que no le deseo a nadie. Porque la parte linda era que Pablo quería verme las 24 hs del día, la parte fea era que destruía todo a su paso cuando me iba. Puertas, sillas, vidrios y creo que hasta un plasma. Hoy vemos las fotos que me mandaba posando al lado de los destrozos y nos reímos juntos, pero en aquel momento la pasábamos bastante mal. Él realmente sufría cada vez que la hora de que me fuera llegaba, y yo volvía a mi casa llorando cada vez, porque verlo llorar a él me partía al medio.
Pero un buen día su mamá me dijo "probemos a ver que pasa". Y casi nos frustramos, porque la secuencia de siempre volvió a repetirse y hubo corridas, llantos, enojos y portazos. Pero las ganas ganaron "Si te la bancas, mañana probamos otra vez".
Con paciencia, despacito, explicando de a poco y con mucho amor, las despedidas comenzaron a ser menos traumáticas. Y aprendí que aprender es un proceso largo y difícil, pero posible si se tiene en frente a personas que todos los días te explican y acompañan.
A partir de ahí, el verano empezó a ser capitulo aparte. Si no nos veíamos todos los días, pegaba en el palo. Tardes de pileta, sol y calor. Y también de playa, arena y churros. Tardes de compartir, tardes como esa en la que nos metimos al mar y una ola me revolcó. Pablo se asustó tanto que cuando la próxima ola se acercaba se posicionó adelante mio intentando frenarla con su cuerpo. Pretendía frenar la fuerza del mar con su cuerpo sólo para que no me cayera. Hubiera sido más fácil intentar sostenerme a mí, pero Pablo es así, deja todo por los que quiere sin importar que tanto se pueda dañar él.
Despertarme y ver sus ojos era mi parte favorita, ni hablar de su "buen día mi amor". Sus buenas noches absolutamente todas las noches, y sus abrazos que me levantaban por los aires.
Las siestas, los chocolates a cualquier hora, el cine, los pochoclos acaramelados y el teatro. Las cenas en familia, sus "te amo" inesperados.
Hace un año escribía sobre lo difícil que había sido, sobre cuantas veces me había perdido en el medio, y sobre cómo pesar de todo, siempre había encontrado el valor que no me permitía dejar de pelearla.
Hoy ya no me pierdo tanto, porque sé que no se trata de llegar a una meta, sino de disfrutar el camino que recorremos, y disfruto tanto pero tanto que quejarme sería idiota. Pablo se ríe a carcajadas, me abraza y yo ya sé de donde saco mi fuerza y mi valor. De él.
Fue tan duro que parece mentira que hoy todo brille tanto. No me deja de sorprender la increíble la forma que tiene la vida de darte una cacheta y ponerte en el lugar en el que necesitás estar.
Antes de Pablo todo me daba igual. Corría de un lugar a otro en busca de algo que me diera ganas de vivir sin poder encontrarlo en realidad. Pero un día un idiota medio en pedo empezó a discutir con otro imbécil en la misma fila de boliche en la que yo estaba y todo simplemente cambió.
A veces pienso en que hubiera pasado si no nos conocíamos y lo que me imagino es todavía más triste que lo que nos pasó. Porque lo que nos pasó nunca va a ser solo una historia triste. Porque no es lo que te pasa, es lo que haces con lo que te pasa. Y nosotros construimos un sol en medio de la terrible tormenta. Corrimos las nubes, y hoy todo por fín brilla. Y costó mucho esfuerzo, muchas ganas y también muchas lágrimas. Pero lo logramos, y sabes qué? Es lo único que me importa.
Hoy me dice linda otra vez. Lindita también. Zaqui. Te amo. Te extraño. Vení a dormir. Y yo no sé como hicimos, pero estoy tan orgullosa de nosotros. Desde ese domingo el mundo sigue dado vuelta, pero es mejor. Porque no sé como estaría si no se hubiera dado vuelta, y así como está me gusta bastante. Tengo alguien al lado que me agarra de la mano y frena en cada esquina para comprobar que no viene ningún auto que me pueda pasar por arriba. Que me abraza y me hace reir a carcajadas. Alguien al que yo me propongo cuidar, pero que irónicamente me cuida con su vida. Alguien para el que pretendo ser su fuerza, pero que día a día se convierte en la mía.
Lo esperaría la vida entera si esperar significa ser tan feliz como lo soy justo ahora. Pero resultó que no se trataba de esperar, sino acompañar. Codo a codo como le prometí hace dos años. Como lo haría siempre.
(Dos? Mil años no son nada.)
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