miércoles, 30 de agosto de 2017

pasado

"No te destruyas para intentar mantener completo a alguien más"

  Una vez (hace bastante tiempo) aprendí que existe una cosa peor en el mundo que perder a alguien, y es perderse a uno mismo. Y así, con palabras lindas, suena sencillo, simple, concreto. Pero cuesta bastante verlo, comprenderlo, aplicarlo.
   Hoy otra vez estoy enfrente de una pantalla escribiendo sobre ese que pensé que no iba a escribir nunca más. Pero cuando algo te marca tanto, cuando deja tanta huella, es difícil no recordarlo con cada paso que das.
  Lo lindo (y lo diferente) es desde que lugar escribo en esta oportunidad. Hubo tantas veces de tristeza, enojo, decepción y dolor, que hacerlo hoy desde esta ¿plenitud? ¿superación? es algo hermoso.
  Hace un tiempo que una de mis amigas sufre por un imbécil al que no puede (o no quiere) dejar. Hace un tiempo también que me encuentro dando consejos a quien sé no está preparada para escucharlos. No por que no quiera, o capaz sí, pero también porque no está lista para entenderlos. Porque las frases hechas suenan lindo, y son ciertas, pero cuesta mucho MUCHO comprenderlas, verlas, aplicarlas. Sobre todo aplicarlas.
  Porque a veces para terminar con eso que te hace mal necesitas tocar fondo, darte cuenta que después de eso ya no hay nada más.
  Me acordé de él porque yo necesité tocar fondo, desgarrarme y perderme a mi misma para entender que no me merecía. Sufrí tanto por culpa de un idiota que nunca me valoró que hoy lo único que tengo para decir es gracias. Gracias, eternas gracias.
  Me enseñaste todo lo que no tengo que permitirle a alguien que me haga. Me mostraste todas las cosas malas que pueden pasar cuando no te pones primero, cuando no te queres, cuando no te valoras. Me humillaste tanto, que me quedé sin dignidad alguna, teniendo que reconstruirla de cero. Me pisoteaste tanto que tuve que volver mis pisadas mucho más firmes de lo que eran. Me destruí tanto, y te dí tantas de mis partes que tuve que crearme otra vez.
  Y no debes tener ni idea, pero cuesta muchísimo armarse después de que alguien se lleva todas tus ganas de vivir. Pero gracias, porque tener que encontrarme otra vez en medio de la oscuridad total me enseñó a no perderme nunca más. Ahora conozco los caminos de dolor (porque ya los anduve), y sé por donde nadie nunca va a volverme a llevar.
  Me hiciste dudar tanto de mí, que hoy estoy muy segura de lo que soy, de lo que merezco, de lo que no voy a aceptar.
  Me perdí por vos, pero eso me enseño a encontrarme. Y hoy cuando me acordé de todo el dolor, lloré otra vez. Lloré, con esa mezcla rara de tristeza y felicidad. Porque esa que fui por vos, hoy está muy lejos. Porque hoy tengo alguien al lado que me cuida tanto que a veces me siento de frágil cristal. Porque hoy soy muy feliz. Y esa felicidad la construí yo solita, y estoy tan orgullosa de mí.
  Gracias Matias, por que si no me hubiera perdido por vos, si no me hubiera desgarrado, si no hubiera tocado fondo, nunca me hubiera convertido en esta que soy hoy. Fuerte, segura y feliz.
 

martes, 29 de agosto de 2017

Y ahora 
amor, 
no importa que dure un segundo, 
o una eternidad 
lo que importa es que el infinito
tiene sentido 
en tus ojos, 
                  cuando me miras. 

LAURA CHICA

sábado, 19 de agosto de 2017

  Me da mucho miedo que la memoria no me alcance. A cada rato pienso en que inevitablemente de algo siempre me voy a olvidar, que por más que quiera, si no presto mucha atención ciertas cosas se me van a pasar de largo y mañana van a ir a para al olvido. Por eso lo miro tanto, porque en realidad estoy memorizando internamente cada parte, cada gesto, cada centímetro de su piel. Quiero recordar con exactitud que largo tienen sus pestañas, de que lado se le forma el hoyuelo cuando sonríe y que tan azul son sus ojos. Quiero acordarme de todo. De cada corte de pelo que se haga, de cada manera de moverse que tenga, de su risa, de su enojo, de voz, de la forma en que sus cejas se juntan cuando no entiende de qué le estoy hablando. Sus manos, entrelazadas con las mías, sus brazos levantándome por los aires, su nariz y su olor.
  Creo que lo que estoy sintiendo nunca antes lo sentí en mi vida, y lloro. Pero no de tristeza, de emoción, porque realmente no puedo creer que esto sea real. Les juro que no me puedo creer lo que estoy sintiendo, cuanto lo amo, cuan feliz soy. No me la puedo creer, no termino de entender en qué momento la vida se volvió tan linda, tan simple, tan feliz. Soy muy feliz.
  Me encuentro a cada rato con la mirada perdida por ahí, pensando en lo lindo que es todo lo que me pasa. En lo lindo que es (después de haber sufrido tanto) sentir algo que nadie antes te hizo sentir. Estoy estrenando sentimientos, y yo pensé que eso solo pasaba cuando te enamorabas por primera vez. Sentirlo hoy, después
de haber caminado tanto, roza lo imposible.
  No me quiero olvidar de esto nunca, no quiero perderme ni un detalle de mi vida porque es tan perfecta que la quiero guardar en una cajita de cristal. Soy tan feliz que quiero recordar cada segundo de cada día.
  Y quiero que mi vida entera se trate de esto, de mi, de Pablo, de ser feliz, de no poder creer lo feliz que soy.
  Soy una eterna agradecida al que sea que maneja el destino que hizo que Pablo se cruzara en el mio.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Suerte que te vi

    Una tarde de domingo me desperté de la siesta y el mundo se había dado vuelta para siempre. Y a veces creo que fue lo peor que me pasó, a veces lo mejor.
   Hoy no se cumple un año, sino dos. Dos. ¿Cuando carajo pasaron dos años? Si miro para atrás es increíble lo mucho que cambiamos. Lejos muy lejos está la chiquilina que sólo lloraba y se quejaba, que no dormía, que se la pasaba preguntando porqué.
  A diferencia de lo que había sido el primer año después de que todo pasó, a puro llanto y quilombo, este fue más duro pero menos ruidoso. Increíblemente, la pasé peor. El tiempo pareció más lento, y más pesado. Por varios meses no podíamos vernos, y era una tortura que no le deseo a nadie. Porque la parte linda era que Pablo quería verme las 24 hs del día, la parte fea era que destruía todo a su paso cuando me iba. Puertas, sillas, vidrios y creo que hasta un plasma. Hoy vemos las fotos que me mandaba posando al lado de los destrozos y nos reímos juntos, pero en aquel momento la pasábamos bastante mal. Él realmente sufría cada vez que la hora de que me fuera llegaba, y yo volvía a mi casa llorando cada vez, porque verlo llorar a él me partía al medio.
  Pero un buen día su mamá me dijo "probemos a ver que pasa". Y casi nos frustramos, porque la secuencia de siempre volvió a repetirse y hubo corridas, llantos, enojos y portazos. Pero las ganas ganaron "Si te la bancas, mañana probamos otra vez".
  Con paciencia, despacito, explicando de a poco y con mucho amor, las despedidas comenzaron a ser menos traumáticas. Y aprendí que aprender es un proceso largo y difícil, pero posible si se tiene en frente a personas que todos los días te explican y acompañan.
  A partir de ahí, el verano empezó a ser capitulo aparte. Si no nos veíamos todos los días, pegaba en el palo. Tardes de pileta, sol y calor. Y también de playa, arena y churros. Tardes de compartir, tardes como esa en la que nos metimos al mar y una ola me revolcó. Pablo se asustó tanto que cuando la próxima ola se acercaba se posicionó adelante mio intentando frenarla con su cuerpo. Pretendía frenar la fuerza del mar con su cuerpo sólo para que no me cayera. Hubiera sido más fácil intentar sostenerme a mí, pero Pablo es así, deja todo por los que quiere sin importar que tanto se pueda dañar él.
  Despertarme y ver sus ojos era mi parte favorita, ni hablar de su "buen día mi amor". Sus buenas noches absolutamente todas las noches, y sus abrazos que me levantaban por los aires.
  Las siestas, los chocolates a cualquier hora, el cine, los pochoclos acaramelados y el teatro. Las cenas en familia, sus "te amo" inesperados.
   Hace un año escribía sobre lo difícil que había sido, sobre cuantas veces me había perdido en el medio, y sobre cómo pesar de todo, siempre había encontrado el valor que no me permitía dejar de pelearla.
  Hoy ya no me pierdo tanto, porque sé que no se trata de llegar a una meta, sino de disfrutar el camino que recorremos, y disfruto tanto pero tanto que quejarme sería idiota. Pablo se ríe a carcajadas, me abraza y yo ya sé de donde saco mi fuerza y mi valor. De él.
   Fue tan duro que parece mentira que hoy todo brille tanto. No me deja de sorprender la increíble la forma que tiene la vida de darte una cacheta y ponerte en el lugar en el que necesitás estar.
   Antes de Pablo todo me daba igual. Corría de un lugar a otro en busca de algo que me diera ganas de vivir sin poder encontrarlo en realidad. Pero un día un idiota medio en pedo empezó a discutir con otro imbécil en la misma fila de boliche en la que yo estaba y todo simplemente cambió.
  A veces pienso en que hubiera pasado si no nos conocíamos y lo que me imagino es todavía más triste que lo que nos pasó. Porque lo que nos pasó nunca va a ser solo una historia triste. Porque no es lo que te pasa, es lo que haces con lo que te pasa. Y nosotros construimos un sol en medio de la terrible tormenta. Corrimos las nubes, y hoy todo por fín brilla. Y costó mucho esfuerzo, muchas ganas y también muchas lágrimas. Pero lo logramos, y sabes qué? Es lo único que me importa.
  Hoy me dice linda otra vez. Lindita también. Zaqui. Te amo. Te extraño. Vení a dormir. Y yo no sé como hicimos, pero estoy tan orgullosa de nosotros. Desde ese domingo el mundo sigue dado vuelta, pero es mejor. Porque no sé como estaría si no se hubiera dado vuelta, y así como está me gusta bastante. Tengo alguien al lado que me agarra de la mano y frena en cada esquina para comprobar que no viene ningún auto que me pueda pasar por arriba. Que me abraza y me hace reir a carcajadas. Alguien al que yo me propongo cuidar, pero que irónicamente me cuida con su vida. Alguien para el que pretendo ser su fuerza, pero que día a día se convierte en la mía.
  Lo esperaría la vida entera si esperar significa ser tan feliz como lo soy justo ahora. Pero resultó que no se trataba de esperar, sino acompañar. Codo a codo como le prometí hace dos años. Como lo haría siempre.
  (Dos? Mil años no son nada.)

lunes, 14 de agosto de 2017

So she said: what's the problem baby?
What's the problem? I don't know 
Well maybe I'm in love (love) 
Think about it every time, i think about it, can't stop thinking 'bout it
How much longer will it take to cure this
Just to cure it cause I can't ignore it if it's love (love) 
Makes me want to turn around and face me but
 I don't know nothing 'bout love
Come on, come on 
Turn a little faster
Come on, come on 
The world will follow after
Come on, come on 
'Cause everybody's after love

   Ayer soñé algo bastante horrible, y me desperté con una presión en el pecho y las lágrimas rodando sin que me hubiera dado cuenta. Había estado llorado dormida durante no sé cuanto tiempo, pero despertar fue alguna extraña forma de alivio: no era real, nada de lo que habia soñado era real. 
Hace rato que me gusta mucho como es mi vida. O no, mentira. En realidad hace solo un par de semanas que siento todo tan ideal que no quiero que nada lo arruine. Hace un par de semanas empecé a disfrutar realmente de mi vida, y la última vez que todo se sintió así... ufff. 
  Soñé que Pablo tenía un accidente, otra vez. Pero esta vez yo estaba presente y lo veía todo sin poder evitarlo. Corridas, gritos, llanto y una desesperación que nunca antes había sentido. No fue real. Respiro y me repito que no es real. Que la felicidad que siento hoy no va a ser truncada por un estúpido accidente nunca más. Da tanto miedo la felicidad. Porque siempre esperamos lo peor, porque da mucho miedo confiarse, relajarse y disfrutar, porque eso se puede terminar de un momento a otro. Como me pasó a mi, como nunca más quiero que me pase. No fue real. Gracias al cielo. 
  A la mierda la mierda, aunque me muera de miedo porque puede terminarse, interrumpirse o lastimarme voy a entregarme y disfrutar tanto que no me va a quedar tiempo para pensar en el miedo. 


martes, 8 de agosto de 2017

Voy donde sopla el viento
hoy digo lo que siento
soy mi mejor momento. 

jueves, 3 de agosto de 2017

Si seguís pensando tanto un día te va a explotar el cerebro.

   Yo debería estar leyendo Teorías del Arte y resumiendo fotocopias aburridas y pesadas para armar un parcial domiciliario para aprobar el puto cuatrimestre. Pero no tengo ganas.
   Hace rato que no tengo ganas de nada, ni de levantarme de la cama Me duele la cabeza y tengo náuseas a cada rato y como no creo mucho en que lo que le pasa al cuerpo sea algo puramente físico, hace rato también que creo que mi vida no me gusta tal y como está y que todo eso que me duele o molesta son en realidad todas las cosas que no me gustan pero que no me animo a cambiar.
  Y podría ser sólo miedo, pero en realidad tampoco sé del todo que es lo que no me gusta. ¿Mi carrera? ¿Los que me rodean? ¿Lo que hago? No sé como hacer para estar mejor, ni tengo idea de qué es lo que quiero cambiar pero cada vez que la idea llega se materializa en mi mente una sola imagen: El Bolsón. Quiero viajar, de eso estoy segura. Quiero irme lejos de todo y tirarme abajo de un árbol a ver como el viento mueve las hojas. Y tirarme al mar, nadar, saltar, jugar. Que las olas me revuelquen. Quiero rasparme los codos, quemarme con el sol y que me arda todo. Quiero que el viento me sorprenda cuando esté cayendo la tarde y me haga tiritar. Quiero gritar, quiero saltar en caída libre y abrazarme a mi misma. Quiero sentir. Más que nada en este mundo quiero sentir como lo hacía hace dos años. Con la fuerza de un huracán, con el corazón en la mano, con tanto adentro que era dificil de llevar. Quiero que sea demasiado, quiero que me arrace, me tumbe, me mueva, me cambie. Quiero reirme a carcajadas hasta que me duela la panza y llorar desconsoladamente. Quiero esos sentimiento genuinos que no te dejan pensar. Que te hacen salir corriendo a la terapia intensiva de un hospital sin pensar en que quizá ese pequeño acto te cambie la vida para siempre. Quiero dejar de pensar, quiero sentir. Quiero vivir al filo del abismo como lo hacía ese año, en el que todo era un kilombo, pero era hermoso. Era una cagada, y era lo mejor al mismo tiempo. Porque abrir la puerta a los sentimientos de tristeza abre también la puerta a los que te hacen llorar de emoción.
   Quiero volver al momento en que todo era genuino, puro, espontáneo. Cuando no dudaba, cuando actuaba siguiendo lo que me pasaba sin importar. Sin importarme nada. Me gustaría abandonar otra vez mi faceta de fría calculadora, y abrazarme a la que lleva el corazón tan cerca de la piel que todos los sentimientos están al alcance de la mano.
  Hoy los tengo que buscar a cada rato. Tengo que hacer un esfuerzo descomunal por apagar el cerebro y no dejar que se interponga en lo que realmente tengo ganas de hacer. Tengo ganas otra vez de que la locura de ir por todo aunque me pueda quedar en nada me atrape y me obligue a no escuchar las voces que repiten incansablemente no te arriesgues, algo puede salir mal. No vale la pena, estás bien así como estás. ¿Te vas a complicar la vida, justo ahora que estás bien? Te puede lastimar. Eso que querés te puede romper el corazón. ¿Otra vez querés llorar? 
   Por favor, basta. Me duele la cabeza de tanto pensar.