Me gusta escribir y hace un año estaba tan triste que leer cualquiera de mis escritos es llorar casi instantáneamente. Aunque no fuera lo que esas palabras querían expresar, se nota en ellas como las lágrimas estaban cautivas queriendo salir, queriendo correr, queriendo hacer llegar el verdadero mensaje.
Estaba tan triste que ni siquiera me salía llorar, ¿que irónico, no? pero a veces así es acostumbrarse a algo. Terminar creyendo que eso es lo único que existe, que no hay forma de salir, que hay cosas que simplemente no se pueden cambiar. MENTIRA. Siempre se puede cambiar. Siempre.
Estaba tan aferrada a la costumbre, que creía que eso que tenía era lo único que existía. O peor todavía: lo único que yo podía llegar a obtener de la vida. ¡Mentira! la vida siempre tiene más para ofrecer, solo hay que darle la oportunidad.
Ya sea para cambiar, o para recibir, hay que estar dispuesto.
Estaba presa de un ideal, de una imagen sin historia. A veces pasa, porque los ideales tienen esa yapa de poder ser cambiados a nuestro antojo. Más todavía cuando la persona real no está cerca como para contradecir la idea que tenes de ella. Y a nosotros nos separaba el tiempo, ¿existe barrera más fuerte que esa? Él existía solo en mis recuerdos, que podían ser alterados a gusto por mi mente, por mis miedos, por mí.
Tenía una imagen tan fuerte, tan grande, tan poderosa que creía que nunca ningún otro mortal iba a poder si quiera igualarla. Pero existe una razón por la que la piel es más hermosa que el plástico.
Está viva, es real. Sobre todo eso, es real.
Creía que nadie iba a poder superar ese ideal porque nunca nadie antes me había tocado realmente. De todas las formas, hasta sin hacerlo en realidad.
Hoy soy tan feliz que espero que las palabras le hagan justicia al sentimiento y lo mantengan vivo y guardado para siempre. ¿Como pude estar tan enamorada de un espejismo?
Hoy sé lo que significa sentir, lo que significa amar con cada poro de mi ser a alguien a quien no puedo cambiar a mi gusto y antojo. A alguien que a veces se equivoca, y que tiene en sí cosas que no me gustan tanto, pero que también amo. Porque eso también lo aprendí hace poco: existen las fallas, supongo que es el precio justo. Alguien real no es perfecto, pero al fín y al cabo es lo único en este mundo que te hace sentir hasta lo más profundo.
Tengo un amor. Y peleamos, a veces no nos entendemos o nos ofendemos. También nos perdonamos. Nos abrazamos fuerte en las tormentas, y aún más fuerte en las alegrías. Cuento con dos manos que me rozan la piel de la cara siempre que pueden, y sentir su calor es la confirmación de que el frío plástico no tiene chance de ganar.
Amo a alguien como nunca amé a nadie en mi vida. Amo sintiendo que nunca antes lo había hecho en realidad, porque si esto es amar, todo lo demás fueron insignificantes cariños.
Hoy sé que la tristeza de hace un año solo llegó para llevarse los desechos. Sacar de mí el frío de un ideal de alguien que nunca existió y traer el calor de un abrazo real, que se siente hasta el último centímetro de la piel.
Si me lo hubieran dicho hace un año no les hubiera creído. Que ilusa.