EL FRIO DE MI ALMA SE IRÁ PARA SENTIR.
Todo esta siendo muy dificil de una manera que casi no puedo soportar. Extrañar ya es insoportable, y las esperanzas se acaban cuando el tiempo pasa y no vez que nada cambie. No quiero desilusionarme, no quiero pensar que esto va a ser por mucho tiempo así. Quiero ser feliz. Quiero creer que falta tan poco que en un abrir y cerrar de ojos vamos a estar abrazados llorando de la felicidad que nos dá que todo por fin haya terminado. Quiero verlo otra vez en pie. Firme a mi lado, para contarle que es lo más lindo que pudo pasarle a mi vida. Que hoy no puedo pensar en otra persona que no sea él.
Quiero llamarlo por las noches, a la madrugada, solo para decirle que me muero si él no está. Quiero ir a su casa, y que en cuanto abra la puerta yo salte encima suyo como si fuera agua en el desierto. Quiero que el amor nos tumbe y no queramos levantarnos nunca más de ese suelo para dos. Quiero un mundo para dos. Una historia menos complicada y más feliz. Quiero que de esta tormenta salgamos juntos, y más fuertes que nunca.
Pero quiero que todo eso sea lo más pronto posible, porque simplemente no sé cuanto más pueda soportar. Hoy hace tres meses estaríamos hablando sobre que es lo que vamos a hacer a la noche. Y en la madrugada del 31 estariamos en Antares tomando una birra, riendo a carcajadas, y hablando de cualquier cosa. Hace tres meses, yo era feliz. La más feliz del mundo. Como si me hubiera ganado la loteria, o mejor: como si hubiera encontrado el tesoro más grande del mundo y fuera solo para mi.
Hoy sé que si lo pierdo, me pierdo yo. Y aunque se que somos almas libres y nadie le pertenece a nadie, por lo tanto nadie puede perder a nadie... Él es luz para mi. Fue luz esa noche en Antares, y también todas esas veces que yo necesitaba alguien en quien apoyarme y el estaba ahí.
Porque la confianza, la paz y el amor que sentía con el de ninguna manera se condecia con las dos semanas que llevabamos juntos. DOS SEMANAS le bastaron. Casi tres, para que yo esté hoy muerta de amor por él. Para que quiera pedirle a gritos que toda su energía la enfoque en estar bien otra vez. Para que yo pueda ser feliz. Para que él mismo pueda ser feliz. Para poder retomar mi vida, que se frenó el 16 de agosto.
Lo quiero tanto que duele. Tanto que me esta matando, y a la vez, me mantiene en pie. Pero no sé por cuanto más pueda seguir. Por cuanto más soporte acostarme a dormir y soñar con él. Con sus abrazos y sus besos. Porque es hermoso mientras dura, pero un infierno al despertar. Porque a veces pienso que ya no me quiero despertar, porque creo que ya no me queda empuje. Y sin embargo, agacho la cabeza y aguanto. Respiro, y sigo. Avanzo, soporto, y mantengo la frente en alto. Porque rendirse no es una opción. Ni para mi, ni para él. Porque prometí que de esta saliamos codo a codo, sosteniendonos el uno al otro.